Somos lo que aprendemos

noviembre 7, 2024

PARTE VI: SÍMBOLOS Y RITUALES

Los símbolos y rituales son vías privilegiadas para interiorizar lo fundamental, es decir, los valores y fines de la masonería.

El estudio y la interpretación del símbolo requieren ir más allá de lo literal del significado de determinadas acciones, emociones y/o palabras y romper con los códigos básicos establecidos. Esto se traduce en una inmersión en un mundo espiritual de significados múltiples que nos permiten desarrollar el libre pensamiento, la imaginación, la creación personal, la intuición… Los símbolos los concebimos como semillas para cultivarnos, conocernos a nosotras mismas, comprender el mundo y la sociedad que nos ha tocado vivir. En definitiva, nos ayudan a crecer en ese aprendizaje integral del que venimos hablando.

Además, nos introducen en el mirar retrospectivo que nos ofrece la tradición y el saber acumulado de la historia para ampliar nuestra visión del presente y del futuro. Es una mirada con gafas que aumentan las perspectivas y nos abren al mundo, nos aportan claridad para separar lo importante de lo anecdótico y encontrar lo que nos une más que lo que nos separa y convivir amablemente con interpretaciones distintas. Es algo así como una escuela de crecimiento personal y de práctica de la tolerancia, el respeto y la búsqueda de la inclusión.

Los rituales masónicos son unos textos escritos para ser representados o mejor dicho para provocar una experiencia vital, compartida, enriquecedora y formativa.

Nuestros fundadores y nuestras fundadoras, cuando aflora la masonería femenina, pretendieron construir una escuela sentimental y sabían que eso no solo pasa por el cerebro. Por ello, no solo hicieron discursos o ensayos u obras de arte, sino que redactaron unos rituales a través de los cuales crearon las condiciones de posibilidad de que los seres humanos quisieran ser fraternales, amaran al género humano y preservaran la sabiduría heredada de nuestros antepasados.

La realización de los rituales de forma no mecánica, ni improvisada sino de manera rigurosa y vivida nos introduce en un mundo que en masonería llamamos “sagrado”, que etimológicamente significa “lo que es aparte”. Este término no expresa ninguna creencia religiosa, sino que nos abre al juego más serio de la vida. La celebración de un ritual es un momento privilegiado de aprendizaje puesto que une teoría y práctica, moviliza todas nuestras capacidades y constituye una experiencia vital y espiritual. Como con todo ritual favorece el trabajo colectivo que en ese momento se está produciendo en la logia y, al mismo tiempo, facilita la introspección que acontece en cada una de nosotras.

En conclusión, podemos decir que nuestro objetivo está en consonancia con los cuatro pilares del aprendizaje que defiende Jacques Delors (2001): aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. En la masonería trabajamos estos pilares de manera conjunta e interrelacionada para que el aprendizaje sea realmente significativo.

“Somos lo que aprendemos” es una expresión que  nos interpela como el imperativo categórico kantiano, a hacer una apuesta y tomar una decisión por construir nuestras vidas de una determinada manera: libres, conscientes, ocupadas en ampliar al máximo nuestras posibilidades y nuestra espiritualidad, reivindicando nuestros derechos como mujeres fraternales y tolerantes y participando como ciudadanas del mundo. En definitiva, como decía John Dewey, para nosotras “aprender no es prepararse para la vida. Aprender es la vida misma”.

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