PARTE V : VIVIR ES APRENDER
Vivir es aprender a estar abiertos a nuevos conocimientos, es poner en el centro el aprender a compartir, a conversar, a respetar las diferencias, a ser empáticas y tolerantes, a ver a todo ser humano como un igual.
En nuestra vía iniciática masónica vivir es profundizar en el desarrollo espiritual de cada una y esa espiritualidad nos lleva a cultivar las ciencias, las artes y la filosofía como alimento para saber pensar, experimentar, crear….
Vivir es aprender a abrirnos al mundo y adoptar una perspectiva universalista como ciudadanas del mundo, pues nada de lo humano nos es ajeno y como personas que asumimos, como expresó Kant, que el comportamiento moral ha de asentarse en un principio universal, válido para todo ser humano. En este sentido, el aprender a ser y el aprender a vivir juntos constituyen el sustrato ideal para suscitar en cada persona la superación del “yo” para avanzar hacia un “nosotros” donde sea más posible edificar una sociedad fraternal.
Una particularidad del aprendizaje masónico es que se realiza en grupo y con un determinado método. Las masonas adquieren un compromiso consigo mismas y con el grupo.
Dicho aprendizaje se produce y desarrolla en el seno de una fraternidad, donde la interacción con las otras consolida los aprendizajes, interiorizándolos y contribuyendo a conformar nuestro modo de estar en el mundo. Lo aprendido se va transformando en nuestras actitudes vitales y en ese sentido decimos que “somos lo que aprendemos”. Construir nuestro propio conocimiento nos brinda una dimensión diferente de la realidad y nos permite ser más conscientes de nuestras necesidades y de lo que podemos aportar a nuestro entorno.
Lo más específicamente masónico para generar este tipo de aprendizajes se encuentra en la práctica de la fraternidad en la logia y fuera de ella, en la dedicación a la introspección, en el estudio y la escritura de trabajos, en la comprensión del lenguaje simbólico y en la celebración de los rituales masónicos con rigor y entrega.