PARTE I: EL CAMINO HACIA LA IGUALDAD
La invitación a “Pensar a la mujer con Beauvoir” es viajar en el tiempo para comprender su mirada. Esta pensadora y filósofa nacida en Francia en 1908, trasciende en la filosofía existencialista del siglo XX, generando un movimiento filosófico y también social solo comparable al movimiento de la lucha de clases del siglo XIX. En la década de los años 40 fundó con Sartre, con quien mantuvo una relación sentimental, la revista “Les temps modernes”, donde pudo difundir su ideología.
El ensayo El segundo sexo (1949), es quizás la obra más importante de Beauvoir, ya que aporta en sus interrogantes los conceptos fundamentales del feminismo moderno, establece la idea de igualdad de género y la reivindicación de que la mujer es mucho más que una esposa y madre.
Tras la publicación de este libro, su aproximación al movimiento social y político no hizo más que acrecentarse, hasta llegar a presidir el “Mouvement de Libération des Femmes” en 1970. Su famosa sentencia “No se nace mujer: se llega a serlo” es una de las más revolucionarias. De este modo, su gran aporte a la filosofía, como señala la doctora en filosofía, Linda Zerilli, fue la articulación de un nuevo problema filosófico: ¿qué es una mujer? La mujer, según Simone de Beauvoir «es un falso Infinito, un Ideal sin verdad, se descubre como finitud y mediocridad, y al mismo tiempo como mentira. En verdad, ella representa lo cotidiano de la vida, y es tontería, prudencia, mezquindad y fastidio».
Como masonas el objetivo de nuestra vida va más allá de las funciones de esposa, madre, hija etc. que son valiosas, muy relevantes, pero que no expresan la totalidad de nuestra búsqueda de la verdad, de explicarnos quiénes somos y cuál es la misión trascendental de nuestra existencia.
La masonería femenina también intenta diferenciarse al ser integrada solo por “mujeres” y persigue imprimir un sello distintivo al trabajo masónico haciéndolo propio, dentro de la tradición del rito y su simbolismo. ¿Cómo nos concebimos a nosotras mismas? es parte del camino que iniciamos y tal como el escultor que golpea el mármol y desentraña de él las sublimes formas de una obra perfecta, nosotras tomamos las herramientas para crear nuestra propia obra maestra, nos recreamos una y otra vez, concluyendo así que una verdadera masona también se gesta, desde su iniciación, a través de un proceso de autoconocimiento, de compartir aprendizajes, de experimentar aciertos y errores, de practicar la reflexión, tolerancia, y mantener la fuerza, la sabiduría y apreciar la belleza de cada uno de estos elementos.
Simone de Beauvoir plantea las nociones del feminismo existencialista tomando como conceptos previos la noción de "otredad" de Hegel; el planteamiento de que la existencia precede a la esencia, entre otros. Para el Existencialismo, el ser humano está en capacidad de construirse y decidir; no es un ser predeterminado, sino que construye su propio destino. Bajo este razonamiento, Beauvoir propone cuestionar el concepto de mujer. Para ella, este no es un concepto ya dado, como asume Sócrates en La República de Platón. Y plantea que la distinción ontológica existencial entre el ser del hombre y de la mujer puede estar determinado, pero no reducido a las facticidades del sexo. Argumenta de esta forma que si el sexo no puede definir el ser mujer, ¿entonces qué lo define? Beauvoir realiza un análisis histórico de cómo es posible que la mujer se acabara considerando “el otro”. Señala que ninguna colectividad se define nunca como Una si no coloca inmediatamente a lo “Otro” enfrente de sí.
Es quizás este aspecto de reconocerse distinto del otro, lo que permite que nosotras como masonas distingamos esta dualidad como inherente a la existencia, siendo la base de la construcción de un mundo que reconoce lo binario, no como el espacio de lucha entre sexos, sino donde los contrarios dejan de serlo por la necesidad de su complemento, tal como el yin y el yan.
Para Simone de Beauvoir, la mujer siempre ha estado sometida, porque se le inculcó “la forma de ser” y, a partir de sus diferencias anatómicas y biológicas, se la convirtió en un ser débil y dependiente. “La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades”, decía Aristóteles “Debemos considerar que el carácter de las mujeres padece de un defecto natural”. Y, después de él, Santo Tomás decreta que la mujer es un “hombre frustrado”, un ser “ocasional”. Esto se simboliza en la historia del Génesis, donde Eva, según palabras de Bossuet, aparece extraída de un “hueso supernumerario” de Adán.
Simone de Beauvoir define a la mujer como “alteridad”, como ese segundo sexo en situación de subordinación respecto al primero. Allí su nombre de “el otro” (u “Otra”), quien nunca se piensa en términos de igualdad, sino de sumisión.
Posteriormente, en la segunda parte de esta obra, describe cómo viven las mujeres el hecho de no ser importantes. Asume que la procreación y el cuidado de los hijos ha sido la causa de su sumisión, insistiendo en que una función biológica se ha utilizado para definir y legitimar su papel subordinado en la sociedad a lo largo de la Historia. El afán de ser madre, adicionado a ciertas condiciones de carácter como la debilidad, la timidez o la abnegación, eran parte de las características de la naturaleza femenina. Simone de Beauvoir desestimó duramente estos planteamientos, insistiendo en que las conductas se aprendían y eran fruto de la educación; por consiguiente, ser mujer era un hecho cultural, al igual que ocurre con la masculinidad o ser varón.
Hoy nuestros aprendizajes como masonas, revierten en aspectos sustantivos lo que tan categóricamente reclamaba Beauvoir, y es que nuestras masonas primigenias superaron aquella sumisión, aprendiendo a ejercer sus libertades. Hoy no es posible renunciar a ellas, porque ya forman parte de nuestra cultura, de logros ganados después de tantas guerras, vulneraciones y calamidades. Por ello, la sentencia revolucionaria sobre llegar a ser mujer, propuso el controvertido y vigente concepto de Género. Al decir “llegar a ser”, señala que las mujeres están influidas por los usos y la cultura, pero también son capaces de elegir; por tanto, las mujeres están en condiciones de optar por la vida que desean. Y es en este punto donde como masonas nuestra igualdad, libertad y fraternidad se hacen carne. En nuestros talleres participan mujeres libres y de buenas costumbres, amantes de la humanidad, asumiendo con ello el máximo respeto a las opciones de vida de sus integrantes.
Nuestra masonería femenina también surge en contextos históricos de cambios, provocados por los movimientos de mujeres. Esas primeras masonas muchas veces también fueron las revolucionarias, las mujeres pensantes y actuantes, ambiciosas de conocimiento, críticas de las injusticias, empáticas del sufrimiento de otras mujeres, heroicas, sororas y maternas. Sin duda mujeres muy diversas, pero todas sin excepción, grandes luchadoras por la libertad, la igualdad y buscadoras de la verdad. Fueron aquellas que se arriesgaron con su elección a pensar, elevar su voz, esparcir la tinta de sus plumas y la sangre para que nosotras sigamos construyendo y construyéndonos.