Tercera parte
La masonería, cuyo fin es la perfectibilidad humana y el progreso de la Humanidad, nos da con sus símbolos, sus ritos y sus tradiciones, herramientas para lograr “Educarnos para la Paz”. Nuestros templos simbolizan el mundo y el ser humano y asimismo nos aportan muchas claves para conocer el mundo y a nosotras mismas.
El Blanco y el Negro del ser humano son como la Paz y la Violencia que podemos albergar en nosotras mismas. Los humanos podemos actuar en ocasiones con grandes cotas de egoísmo o violencia y en otras somos capaces de los mayores rasgos de altruismo y generosidad.
El Blanco de los opuestos representaría la suma de todas las virtudes, la luz, la verdad y toda la sabiduría y el Negro la pena, el dolor y la soledad. Así pues, la pureza y la limpieza del Blanco no se entiende sin el Negro que habla de oscuridad y misterio.
Otro rasgo relevante del método masónico es que nos facilita las herramientas necesarias para el autoconocimiento y el conocimiento de nuestra sociedad. Conocernos a nosotras mismas nos permite descubrir las debilidades e imperfecciones a pulir y nos ayuda a mitigar nuestras pasiones. El conocimiento de los demás nos enseña a trabajar la alteridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto, la humildad y sobre todo el amor al otro sin distinción de etnia, género, cultura, religión, etc;
De ese modo, si amamos al prójimo como a nosotros mismos, no consentiremos hacerle daño y querremos su progreso y felicidad. Este proceso de reflexión o de “resolución de conflictos” comienza en cada una de nosotras, pero puede impactar en la construcción de una cultura basada en la paz social, con el suficiente poder como para enraizar en la sociedad con tanta fuerza que no deje lugar a la violencia.
Así se camina hacia la eliminación de las situaciones de injusticia, la distribución más equitativa de la riqueza, la eliminación de la pobreza y el derecho a la educación en igualdad de condiciones. En definitiva, conseguir que la sociedad progrese para lograr que la paz resida dentro de todos nosotros.
Así ha trabajado la Masonería desde sus comienzos, aportando a la sociedad su semilla de la paz en forma, incluso, de premios Nobel de la Paz y mártires que dieron su vida por defender una forma de vida basada en la no violencia.
La vocación pacifista de la Masonería se manifiesta en su presencia y participación en muchas organizaciones humanitarias ya desde 1889 así como en el nacimiento de la Sociedad de Naciones, haciendo públicos múltiples comunicados que reclaman la paz en diferentes conflictos armados, defendiendo la democracia y la libertad, los Derechos Humanos y la dignidad de toda persona.
Ciertamente, el método masónico con sus símbolos y herramientas nos permite manejar situaciones conflictivas en nuestra vida. Además, la divisa que distingue a la masonería “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, basada en un concepto profundo de justicia, tolerancia, amor por el conocimiento, respeto y amor son, en realidad, los pilares básicos para la forja de la “Paz positiva”.
En definitiva, la Masonería, es una escuela de vida o más bien un camino que tiene por objetivo “Educar para la Paz” y forjar ciudadanas y ciudadanos libres, justos, comprometidos y respetuosos.