Mujeres inspiradoras

octubre 30, 2025

MARÍA BLANCHARD (Santander 1881- París 1932)

Antes de nacer, el destino la marcó cruelmente, pues su madre, estando embarazada, se cayó al bajarse de un coche de caballos. Esto le produjo una malformación en la espalda, una visible joroba que marcó su personalidad y su obra. Como diría su prima Josefina de la Serna, María “tan amante de la belleza, sufría con su deformidad hasta un grado impresionante”.

Para ella fue duro crecer señalada por este problema físico. Los niños la llamaban “bruja”. Según describe Ramón Gómez de la Serna, era “menudita, con su pelo castaño despeinado en flotantes vuelos, con su mirada de niña, mirada susurrante de pájaro con triste alegría.”

A María le gustaba pintar. Buscaba la belleza que no encontraba en ella misma. Perteneciente a una familia acomodada y culta de la burguesía montañesa, la animan a viajar a Madrid para formarse como pintora, entrando en 1903 en el estudio de Emilio Sala, pintor que la influiría en sus primeras composiciones con su uso exuberante del color.

Al morir su padre, toda la familia se trasladó a Madrid. María pasó por los estudios de varios pintores. En 1908 ganó la tercera medalla de pintura con su obra “Los primeros pasos” otorgada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y consiguió una beca para continuar su formación en París.

En la capital francesa encuentra la libertad y las vanguardias, dejando atrás la pintura academicista que había realizado hasta el momento. Compartió vivienda con la artista rusa Angelina Beloff y con Diego Rivera. Conoció a Juan Gris, con el que mantuvo una larga amistad, y a Jacques Lipchitz, escultor cubista de origen lituano.

En 1915 Ramón Gómez de la Serna organiza en Madrid la exposición “Pintores íntegros” en el Salón de Arte Moderno en la calle del Carmen, en la que expusieron obras Diego Rivera, Agustín Choco, Luis Bagaría y María Blanchard. Fue un total fracaso, pues el público y parte de la crítica no comprendieron las nuevas corrientes artísticas.

Decepcionada, decide quedarse a vivir en París y no volver a España, ya que en Francia su obra fue muy valorada. Expuso en galerías de renombre y sus cuadros viajaron a otros países. Los pintores André Lhote y Diego Rivera le atribuyeron las obras más bellas del cubismo, mientras que Picasso la reñía por su falta de sentido comercial y la recomendaba a marchantes y coleccionistas. Él mismo reconoció su influencia en su obra “Muchacha con aro”.

Según Miguel López-Remiro, director del Museo Picasso de Málaga, “pese a ser reconocida y admirada entre sus compañeros como una importante artista dentro del movimiento cubista y la Escuela de París, en ocasiones la historia del arte no ha dado cuenta de esa importancia o no ha conseguido trascender desde ese relato”.

María Blanchard fue militante del cubismo, pero su obra no se estancó en este estilo, sino que evolucionó hasta conseguir una figuración muy personal, con su uso del color y su búsqueda de la belleza y la armonía, volviendo en algunas ocasiones a las técnicas de la pintura figurativa, pero sin abandonar nunca del todo el influjo de las vanguardias.

Cuando falleció víctima de la tuberculosis, el periódico “L´intransigeant” publicó:

“El sitio que ocupaba en el arte contemporáneo era preponderante. Su arte era poderoso, hecho de misticismo y de amor apasionado por la profesión. Blanchard quedará como una de las más significativas de nuestra época. Su vida de reclusa y enferma había agudizado una de las más bellas inteligencias de este tiempo”.

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