MUJERES ACADÉMICAS EN LA R.A.E.

septiembre 19, 2024

ELENA QUIROGA, ENTRE TRADICIÓN Y MODERNIDAD

Hija del Conde de San Martín de Quiroga, gallego de la villa orensana de Viloira, pasó en Galicia gran parte de su temprana infancia, aunque posteriormente residió en ciudades como La Coruña, Bilbao, Barcelona, Roma o Madrid.

El mundo rural gallego ejerció una honda influencia en la temática de su obra, logrando plasmar en su narrativa esa realidad tan familiar para ella con una maestría única.

Su primer gran relato, “Viento del norte”, se publicó en 1951, recibiendo el Premio Nadal y fue llevado al cine en 1954 por Antonio Momplet. En esta novela recreaba de forma realista la vida del campo gallego y sus gentes, lo cual le acarreó calificativos como decimonónica o anacrónica.

Sin embargo, en sus novelas y relatos posteriores su valía como escritora fue reconocida por la crítica literaria, pues representó en la década de los años 50 una apertura a las técnicas innovadoras europeas y norteamericanas que no se generalizaría en la novela española hasta una década después, pero manteniendo al mismo tiempo la rica tradición narrativa española que representaron autores como Emilia Pardo Bazán, Unamuno, Baroja o Valle-Inclán. “Y todo esto desde una posición feminista que coloca como protagonistas de sus novelas a mujeres luchadoras por el reconocimiento de sus derechos en una sociedad –la franquista- en la que tantas limitaciones encontraban la iniciativa y la educación femeninas.” (Edición de Gregorio Torres Nebrera a la novela “La enferma”, editorial Cátedra – Letras Hispánicas).

Así, en su obra “La sangre” (1952) adoptó la perspectiva cinematográfica de un observador inmóvil (un árbol) que cuenta la historia desde una óptica limitada y humanizada en la medida en que se implica, como cosa animada, en la acción que describe.

Otras obras innovadoras en cuanto a su técnica narrativa fueron “Algo pasa en la calle” (1954), La enferma” (1955), “La careta” (1955) o “La última corrida” (1958).

En 1960, sin embargo, retornó al tradicionalismo narrativo con “Tristura”, novela con la que ganó el Premio Nacional de la Crítica y con la que inicia una trilogía que continuó con “Escribo tu nombre” (1965) y que pensaba completar con “Se acabó todo, muchacha triste”, obra de la que no se poseen datos y no se sabe si completó.

Cuenta su sobrino Carlos Sánchez de Boado que Elena Quiroga descansaba en un sillón reclinable tras haber pasado la mañana escribiendo en su habitación. En silencio su mirada vislumbraba por la ventana del pazo de Cea el cielo de Nigrán. Nadie se dirigía a ella en esos momentos, dejándola tiempo y espacio para que “los personajes terminaran de correr por su cabeza. Si no estaban vivos, si no le provocaban interés, los desechaba. Era exigente con su escritura y tierna y afable con todos. Tenía carácter, pero nada fuera de lo común. Se preocupaba por cada uno de nosotros, nos cuidaba. Interiormente tenía un toque de distinción natural que procedía de quien era ella, de su forma de ser, no de lo que le tocaba por familia”.

En 1983 fue elegida miembro de número de la Real Academia Española, ocupado el sillón “a”, que previamente habían ocupado Pío Baroja y Juan Antonio de Zunzunegui. Fue la segunda mujer que se incorporó a esta institución tras Carmen Conde.

Vivió a caballo entre Madrid y el pazo de Cea en Nigrán (Pontevedra) hasta su fallecimiento el 3 de octubre de 1995.

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