María Zambrano

abril 6, 2022

PARTE II: CRÍTICA AL LIBERALISMO

MUJERES DE LA GENERACIÓN DEL 27

La filósofa María Zambrano trata de realizar un análisis crítico sobre el que asentar su pensamiento y, por eso, parte de que el sujeto contemporáneo se vive y siente en crisis, desarraigado, perdido y dominado por un sentimiento trágico. En este diagnóstico coincide o se basa en otros autores, como por ejemplo Nietzsche.

La prolongada e intensa vivencia de su largo exilio se convierte en María Zambrano en una honda experiencia filosófica y mística que alumbrará sus reflexiones en torno a la condición humana. Para ella la condición del ser humano es la de un exiliado dado que nace sin una conciencia de su condición y necesitando hallar un espacio en el que arraigar su existencia.

Nuestra autora reflexiona sobre las diferentes causas que originan el nihilismo y la peculiar manera de instalarse en el mundo del ser humano de su tiempo. En sus obras “Horizontes del liberalismo” y “Los intelectuales en el drama de España” analiza el problema desde una óptica política. Sostiene que el aislamiento del liberalismo y la actitud antivital del fascismo caen en un mismo error: el alejamiento del ser humano de la placenta del mundo.

Critica al liberalismo como la ideología que divide a la sociedad en dos grupos muy diferenciados: una élite intelectual que disfruta de las ventajas de la libertad y una masa de trabajadores que carga con las responsabilidades del mantenimiento económico de la sociedad sin disfrutar de ventaja alguna. La libertad de unos pocos se sustenta sobre la esclavitud de la mayoría.

El liberalismo parte inicialmente de una moral autónoma y universal que deviene en una ética intelectual, minoritaria y racional que desorienta a la mayoría. Esta moral autónoma formulada por Kant en su imperativo categórico es para María Zambrano una moral de élite al margen de los conflictos del vivir de cada día del ser humano común. No sólo no ayuda a calmar y equilibrar nuestras pasiones sino que exige un sacrificio enorme, comportarse únicamente por preceptos racionales, decretar inflexibles normas vacías y formales, regirse por la voluntad sin esperanzas ni sentimiento alguno. En esta moral ascética el alma se asfixia, nos dice María Zambrano.

El error del liberalismo, según nuestra pensadora, es haber cortado “las amarras del hombre, no sólo con lo suprahumano, sino con lo infrahumano, con lo subconsciente. “Este desdeñar los apetitos, las pasiones…este desdeñar la fe, el amor” (“Horizonte del liberalismo”) suponen una concepción reduccionista del ser humano y su realidad.

La fragmentación social y moral que produce el liberalismo desemboca en disgregación social, es decir, abona el terreno al sentimiento de soledad, al cansacio y desorientación en los individuos cultivados y a la sed y violencia de palpitaciones que piden cauce en la masa.

En su análisis de tipo genealógico nuestra autora señala que el liberalismo nace de las fuentes del racionalismo y del individualismo que llevados a sus extremos se convierten en sus contrarios: Un irracionalismo (idealismo postkantiano en Europa) que por su excesiva fe en la razón dio paso al Romanticismo. Del mismo modo que la defensa exacerbada del individuo frente a la sociedad conduce hacia un anarquismo en el que el sujeto acaba destruyendo su dimensión social.

En conclusión, las raíces racionalistas e individualistas del liberalismo llevadas a sus extremos, en lugar de consolidar la afirmación del hombre generan la negación del individuo al destruir su arraigo metafísico. Paradójicamente, dice María Zambrano, la absolutización de la libertad trae consigo su propia anulación, es decir, el hombre al buscar su ser, lo pierde. En sus propias palabras: “El liberalismo es la máxima fe en el hombre y, por lo tanto, la mínima en todo lo demás. Llevó al hombre a creer en sí mismo y lo llenó de dudas acerca de todo lo que no era él. Le inspiró la máxima confianza en sus fuerzas y lo dejó navegando solo y sin guía en su pobre cáscara de nuez. Le dio a luz, y le separó de la placenta en que se asentaba en el universo. Rompió su unidad, su solidaridad cósmica y vital, que sólo el instinto o el amor proporcionan”.

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