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Hija de obrero y madre analfabeta emigrados desde Pego (Alicante) a Valencia, donde vivió la mayor parte de su vida, fue una escritora y feminista española autodidacta que llegó a formar parte de la élite intelectual obrera como articulista y conferenciante.
Se casó muy joven con José Martínez Dols. Al enviudar parece que residió en un convento e incluso pudo haber sido monja un tiempo, pues en sus escritos recuerda su “vida conventual” y muestra un buen dominio de textos religiosos, pero no se poseen datos precisos que lo corroboren.
Se produjo un giro en su vida cuando conoció al que será su compañero durante el resto de su vida: José Alarcón Herrero, que será fusilado durante la Guerra Civil por haber sido líder sindical de UGT y secretario de la Agrupación del PSOE en Pego.
En sus escritos explica que fueron las lecturas y las charlas con una vecina de Valencia las que la encaminaron hacia la “doctrina de la redención proletaria” y el papel que las mujeres debían desempeñar en ella.
Entre 1924 y 1933 escribió muchos artículos en la prensa obrera, principalmente en “El Socialista”, donde era prácticamente la única mujer que publicaba habitualmente, junto a Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Indalecio Prieto o Largo Caballero, sin importarle protagonizar confrontaciones dialécticas con hombres o mujeres de reconocido prestigio público. Incluso participaba en mítines, conferencias o reuniones con otras mujeres convirtiéndose en un referente para las mujeres socialistas de la época.
También publicó artículos en “El Pueblo”, “El obrero de Elche”, “Revista Popular”, “Mundo Obrero” o “La Voz del Trabajo” entre otros.
Sus textos se centran frecuentemente en la situación de las mujeres y la necesidad de la acción feminista, incluso dentro de su propio partido, pues reprochaba a menudo a sus militantes no ser lo suficientemente activos en la consecución de la liberación de sus compañeras. También cuestiona el papel de la Iglesia, pues la considera una institución que “nada conserva del espíritu compasivo del defensor de los más débiles”.
Son también temas habituales en sus artículos el voto femenino, la enseñanza de la mujer y la educación igualitaria, la maternidad, el matrimonio, la investigación de la paternidad, el feudalismo agrícola, el antifeminismo disfrazado, las mejoras en las condiciones laborales de las mujeres, el divorcio, los avances y los problemas de las mujeres en otras partes del mundo. Escribirá: “La mujer moderna aspira a coparticipar del derecho, no a imponerse, como sostienen caprichosamente los enemigos del feminismo. No queremos piedad sino justicia”.
En 1925 publicó en Valencia su libro “Feminismo Socialista”, texto que tendrá gran repercusión en la evolución del feminismo de izquierdas. En este libro se habla de un feminismo comprometido con la época de la España del primer tercio del siglo XX. Definió su obra como “alegato contra la injusticia, la opresión, el matrimonio indisoluble y las violencias con las afecciones del corazón”.
Fue una edición modesta sufragada por ella misma, dedicada a Pablo Iglesias y prologada por Clara Campoamor, cuya recaudación estaba destinada a la imprenta de “El Socialista”. En la introducción se señalaba que “Todo hombre que adquiera y lea este libro deberá facilitar su lectura a las mujeres de su familia y de sus amistades, pues con ello contribuirá a la difusión de los principios que conviene conozca la mujer en bien de las libertades ciudadanas".
Clara Campoamor señala en el prólogo a esta obra: "El feminismo no ha nacido ni se ha cultivado jamás en los campos de golf, en los halls de los grandes hoteles o en las fiestas aristocráticas; feminismo es... sufrimiento, consideración penosa de la diferencia de derechos...".
Así pues, fue escritora, pedagoga, conferenciante, militante, obrera, pero sobre todo fue feminista. Fue una de las grandes pensadoras del feminismo de la primera mitad del siglo XX en España, aunque su nombre y sus ideas fueran totalmente olvidadas.
Falleció el 22 de diciembre de 1939, siendo sepultada en una fosa sin nombre ni lápida.
La historia de María Cambrills quedó tan oculta, que incluso se llegó a dudar de su existencia, hasta que se lograron testimonios de supervivientes que aportaron datos concretos. La única fotografía que se conserva de María fue publicada por primera vez en 2004 por Elvira Cambrils.
También se llegó a pensar que era el pseudónimo de un hombre que se servía de este pseudónimo para otorgar más credibilidad a sus escritos sobre feminismo, pero la historiadora Ana Aguado desmontó esta teoría, pues siendo prologada su obra “Feminismo Socialista” por Clara Campoamor, no se concibe que se prestara a tal engaño, dedicándole un texto en donde se plasma su admiración por una mujer de clase obrera que superó sus limitaciones sin dejar atrás a sus compañeras. También señala Clara Campoamor en el prólogo que este libro es más que “un ariete contra la opresión masculina y las mentiras convencionales” llamando a la lucha, pues las mujeres no deben confortarse “envanecidas con la concesión del voto”.
Puede que María Cambrils y Clara Campoamor no llegaran a conocerse personalmente y aunque políticamente estaban un tanto alejadas, en el terreno del feminismo las coincidencias eran muchas y el respeto era mutuo. A pesar de la afiliación socialista de María y del apasionamiento en la defensa de sus tesis, nunca dejó de reconocer en sus artículos los méritos de aquellas mujeres que consideraba que habían sido o eran importantes para el progreso de la Humanidad.
En 2015 la Universidad de Valencia publicó una monografía titulada “María Cambrils, el despertar del feminismo socialista”, en la que se recoge su biografía, un análisis histórico, su libro “Feminismo Socialista” y más de un centenar de artículos publicados entre 1924 y 1933. Este trabajo de investigación fue realizado por la periodista Rosa Solbes, la historiadora Ana Aguado y el archivero Joan Miguel Almela con prólogo de Carmen Alborch, en el que muestra su extrañeza por el olvido sufrido por esta importante figura del feminismo: “Cuanto más sabemos, más nos indignan estas ausencias, los silencios. Y más nos afianzamos en la idea de que es necesario hacer historia, memoria, tener memoria política. Incluir a las mujeres como sujetos de la historia, desvelar y publicitar en los espacios educativos y de divulgación, utilizando las redes y las nuevas tecnologías, también el patrimonio en femenino. Porque es patrimonio de la humanidad y como tal hay que conocerlo, reconocerlo, y conservarlo”.