MUJERES DE LA GENERACIÓN DEL 27
Nació en Madrid en el barrio de las Letras en 1905, en el seno de una familia obrera. A los once años tuvo que dejar la escuela y empezar a trabajar en un taller de sombrerería. Su formación fue autodidacta, teniendo que alternar el trabajo y con las lecturas de aquellos libros que podía conseguir, dado sus pocos medios económicos.
A los 18 años comenzó a escribir cuentos y en 1928 publicó su primera obra “Peregrinos de calvario”, colección de narraciones breves influidas por Dostoyevski y Tolstoi, así como por el folletín y la novela popular. Con esta obra, a sus 23 años, irrumpió en el ambiente literario madrileño, convirtiéndose en una de las figuras más destacadas de la cultura española de los años 30. Compaginó literatura y periodismo, colaborando activamente en revistas y periódicos como “As”, “Mundo Obrero”, “Estampa” o “Crónica” con cuentos, relatos y reportajes.
Críticos e investigadores sitúan su obra dentro de la narrativa social de preguerra o como integrante de los llamados “prosistas del 27”. Eran autores partidarios de reformas sociales en beneficio de las clases populares, imprescindibles para modernizar el país. Desde 1934 y al igual que otros muchos escritores españoles de su generación, Luisa Carnés se interesó por los temas sociales, quedando plasmados en su obra escrita. Su posición en defensa de la mujer, de la causa de los trabajadores y de la República, incluso durante la Guerra Civil, que mantuvo en su exilio en México, como ponen de manifiesto sus artículos periodísticos y sus obras literarias. En ese país murió en 1964, en el más completo olvido para la historia de la literatura española, en un accidente de automóvil. Dejó una decena de novelas, unos sesenta cuentos, tres obras de teatro y centenares de crónicas.
De sus experiencias trabajando como camarera en un salón de té en la Puerta del Sol de Madrid surgirá “Tea Rooms. Mujeres obreras” (1934), recibida por la crítica muy favorablemente. Se destacó su carácter innovador y su fuerza narrativa. Será su novela más social, considerada como novela-reportaje en la que se reflejan experiencias reales de las mujeres trabajadoras de la época.
Con esta novela se nos muestra la explotación ejercida sobre las empleadas del salón de té con las que las interminables jornadas laborales, el mísero sueldo y la pobreza se unen a las obligaciones familiares. El trabajo es una prisión para ellas, pero en su hogar tampoco hay liberación: padres enfermos o en paro, familias numerosas con muchos hermanos a los que alimentar, niños hambrientos y malnutridos, madres envejecidas prematuramente y sin esperanza, es lo que les espera al acabar su jornada en el salón de té.
En esa sociedad las salidas que se le presentan a las jóvenes trabajadoras son el matrimonio con lo que ello implica: sometimiento al marido, tener muchos hijos y seguir en la pobreza; o adquirir un pedazo de libertad engañosa siendo la querida de un hombre acomodado, con un futuro incierto, en donde el fantasma de la prostitución se cierne sobre su víctima; o tal vez la religión ante la imposibilidad de cambiar la situación económica o social. Son mujeres con una vida demasiado dura “pero su mente contiene suficientes aforismos tradicionales, encargados de convencerla de su error y de la inmutabilidad de la sociedad hasta el fin de los siglos. Estos proverbios son también quienes le han asegurado que no posee sobre la tierra otro patrimonio que sus lágrimas...”
Otros temas que aparecen en la novela son el aborto, la educación, los movimientos obreros y su represión, las apariencias, la doble moral, los prejuicios, el acoso o el divorcio, a través de un mosaico de personajes que Luisa Carnés dibuja con pinceladas breves pero certeras. Y para ello se nutre tanto de los trabajadores de la cafetería como de la clientela que acude a ella. Nos sumerge en un mundo que sentimos real porque no es ajeno a la autora. Su experiencia como trabajadora en esos ambientes le da veracidad al relato, desgranando múltiples detalles que reflejan el día a día de los personajes a lo largo de la novela.
Entre todos esos personajes destaca con luz propia una de las empleadas del salón: Matilde, mujer capaz de observar lo que le rodea y reflexionar sobre ello. Se rebela contra un destino de pobreza y sumisión al que las demás compañeras se han resignado.
Matilde es el vehículo que emplea la autora para darnos una visión distinta de cómo afrontar la realidad, haciéndonos vislumbrar a través de esta joven la posibilidad de un futuro esperanzador, que ha de construirse a través de la unión solidaria de toda la clase trabajadora, hombres y mujeres, en una lucha por sus derechos y contra la explotación.
Por tanto, la emancipación de las mujeres ha de residir en la lucha colectiva y en la cultura, acabando con una sociedad opresora que no deja espacio para la libertad y la igualdad. De ahí surgirá una mujer nueva que rechaza el sometimiento al padre, al marido, a la religión o al jefe; una mujer capaz de edificar “sobre cimientos de cultura” un mundo más igualitario y fraternal, en donde la sociedad sea más justa y no esté dividida en dos mitades: “los que utilizan el ascensor o la escalera principal, y “los otros”, los de la escalera de servicio.”
Esta reseña , dirigida al reconocimiento de las mujeres que formaron parte de la Generación del 27, abre la escalera principal para no dejar en la de servicio a las olvidadas, aquellas que contribuyeron con sus obras al enriquecimiento de la cultura de nuestro país. Esperamos que nos acompañéis en este viaje que hemos emprendido.
Viajera en el tren...
Qué comience el viaje!!