Parte II: LA METÁFORA DE LA CONSTRUCCIÓN
La metáfora de “la construcción de nuestro edificio”, representa para las masonas y los masones la aplicación de la sabiduría a nuestra vida cotidiana con el fin de mejorarnos y de contribuir al avance de la humanidad.
Desde el principio se nos incita a convertirnos en constructoras, a abandonar actitudes pasivas y acomodaticias para aventurarnos en la tarea de conocer, dudar, investigar. En definitiva, construir más conciencia para distinguir el bien del mal y más voluntad para persistir en este empeño.
Esta finalidad se sustenta sobre una concepción del ser humano en construcción. Un ser que se hace a sí mismo y que, en el proceso de transformación de su vida, no nace determinado, puesto que si así fuera no habría nada que construir sino un destino predeterminado a cumplir o una vida animal e instintiva a seguir. Y este construir no solo se refiere a cosas, instrumentos y acciones, sino a ser consciente, libre y responsable, es decir, nos sitúa ante la dimensión que nos es más propia, la dimensión ética.
La teoría sola no tiene sentido transformador si no se convierte en compromiso. Un compromiso de experiencia vital que nos permite desarrollarnos y crear un mundo de espiritualidad, un mundo de fines, de esperanzas, de sueños, de empatía: el reino de la libertad, igualdad y fraternidad.
Estas prácticas no serían más que un ejercicio de autocomplacencia si no inspiraran nuestro saber estar y nuestro actuar en todo momento y lugar, al menos como horizonte utópico.
Como conclusión podemos señalar que la sabiduría es aquello que ansiamos y buscamos y que ponemos al servicio del progreso humano como personas y como humanidad. Por un lado, nos potencia la inteligencia, la lucidez, el conocimiento, la voluntad y la constancia, y por otro, logra belleza y armonía para construir la obra deseada, una obra de arte que solo es válida si se aplica a la vida.
Esta tarea da sentido a nuestras vidas, sugiere un modo de ser hecho de medida y equilibrio, de conciencia y rectitud. No nos ofrece un decir concluyente, cerrado y acabado, sino que nos sumerge en un sentido de unión, de fraternidad, de afecto, de comprensión mutua, de compasión y solidaridad.