Parte I: La risa nos ayuda a superar el dolor
El dolor sigue viniendo de la muerte, de la pérdida de lo querido y de los enemigos de la humanidad: la ignorancia, el fanatismo y la ambición.
Lo primero debemos preguntarnos es si tiene sentido ese dolor, si tiene algún valor o simplemente acompaña al drama para que éste permanezca potente en nuestra memoria.
Un día algo muere o desaparece de nuestra vida y desencadena una respuesta de miedo o de ira, o el dolor simplemente nos paraliza y nos arranca la palabra. Si además tenemos la certeza de que quien nos inflige ese dolor o el objeto mismo del dolor es uno de los nuestros, necesitaremos una visión muy desde arriba, muy estoica para ejercer la virtud a través de la aceptación.
¿Cómo llenar ese vacío de sentido y de razones para seguir viviendo a pesar del sufrimiento?
En la novela “El hombre en busca de sentido” del psiquiatra Viktor Frankl, el protagonista vive en un campo de concentración nazi, se cuestiona sobre si existe en realidad un mundo donde la pregunta sobre el sentido del sufrimiento obtenga una respuesta. Y afirma que: “este sentido último excede, lógicamente, la capacidad intelectual del hombre”. En logoterapia se denomina ‘suprasentido' y se refiere al significado último o transcendente de la vida. Mientras que una persona puede encontrar el sentido de su vida en acciones o roles específicos: pensemos en ser madre, ser artista, ser científica, el suprasentido se relaciona con un nivel más profundo y abarcador de significado. De existir este suprasentido, seguimos buscándolo y nos gustaría pensar que estamos en esa búsqueda.
Las masonas para salir de las tinieblas en las que nos sumerge el dolor, en primer lugar, escribimos y con ello nos reconstruimos. El acto de la escritura nos hace renacer a la muerte simbólica, nos alivia, nos hace buscar palabras, ideas, despierta nuestro espíritu crítico, ayuda a controlar las emociones. En segundo lugar, hablamos, debatimos, intercambiamos y hacemos diversas interpretaciones de los símbolos y miramos las cuestiones, inquietudes y temas desde varias perspectivas para salir de las tinieblas e iluminar lo más oscuro. Y en tercer lugar, estoy convencida de que la dicha nos llega también a través del humor y la risa.
En su obra “El mundo como voluntad y representación” Schopenhauer interpreta que la risa es fruto del humor que contempla amablemente las incoherencias e incongruencias de una existencia aparentemente absurda. En otras palabras, aunque sabemos que no se puede hacer humor de todo, cualquier incursión en el orden desencadena la risa.
De acuerdo a los posicionamientos de Nietzsche, en el marco de una existencia humana atravesada por todo tipo de padecimientos trágicos, la risa sería una especie de mecanismo de compensación para soportar lo que la vida conlleva de tragedia. Continuando con la interpretación del filósofo, el humor sería una herramienta para dominar aquello que produce miedo e incertidumbre.
La risa es, desde un punto de vista biológico, una respuesta fisiológica a un estímulo, innata en el ser humano y algunos primates. Con apenas cinco semanas de vida, los bebés ya comienzan a esbozar sonrisas. Investigadores de la Universidad de Stanford han demostrado que el solo acto de sonreír le envía la señal al cerebro de que somos felices, de que nos estamos sintiendo bien. Y funciona también con la risa falsa o simulada, teniendo los mismos beneficios que la verdadera, pues el cuerpo no puede distinguirlas.
Y hay más. La risa, ejercida u observada, activa múltiples regiones del cerebro: la corteza motora, que controla los músculos; el lóbulo frontal, que ayuda a entender el contexto; y el sistema límbico, que modula las emociones positivas. Encender todos estos circuitos fortalece las conexiones neuronales y ayuda a un cerebro saludable a coordinar su actividad.
Se llama gelotología a la ciencia que estudia los efectos de la risa y que ha demostrado sus beneficios tanto para el cuerpo como para la psique: libera tensión muscular, aumenta el flujo de los vasos sanguíneos, ayuda a que los músculos tensionados se relajen, reduce el estrés y alivia el dolor. Además, crea endorfinas que se conocen como la morfina endógena, por lo que reír produce efectos analgésicos naturales, fortalece el sistema inmunológico, y al igual que con la meditación, estimula las ondas cerebrales de tipo alfa, que se producen cuando creamos, meditamos o dormimos. Pero, además, estimula también las ondas gamma, que activan todas las partes del cerebro de forma sincronizada.