"La igualdad natural de los hombres es la primera base de sus derechos, es el fundamento de toda la verdadera moral"
(Marie Jean Antoine de Caritat, Marqués de Condorcet)
¿Por qué hablar de igualdad en Masonería cuando es un fundamento que se supone ha de ser natural, adquirido y aplicado? Forma parte de nuestra trilogía Libertad, Igualdad y Fraternidad, proyecto filosófico que emana de la Revolución Francesa de 1789. Ese mismo año, el 29 de agosto, se adopta definitivamente la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano cuyo primer artículo dice: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales no pueden ser fundadas más que en el interés común”.
Tras esta época convulsa, donde la Ilustración en el siglo XVIII será el trampolín para nuestro mundo contemporáneo, constatamos que aún en el Siglo XXI no hemos logrado este objetivo, pues apenas ha habido aportes posteriores que permitan que la Humanidad supere los avatares de la modernidad, subsistiendo la desigualdad, la falta de libertades en muchos rincones del planeta y, de manera más acuciante, la ausencia de fraternidad entre los seres humanos, en estos días lo estamos viviendo de manera dramática con la invasión de la Federación de Rusia en Ucrania.
Es cierto que podemos afirmar que se ha avanzado en términos de igualdad. Sin embargo, no se ha subido el siguiente escalón para eliminar gran parte de las desigualdades existentes hoy en día y se progresa de manera muy lenta. En ocasiones incluso podemos sentir que se retrocede. Así, Olympe de Gouges, en 1791 escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana dando paso a las primeras feministas de la ilustración. Sabemos el precio que le costó acabando ella misma en la guillotina.
La palabra igualdad procede el griego eíkos que significa igual, semejante o parecido. El significado posterior del latín ("aequitas, aequus, aequalis”) le añade una connotación de justicia e igualdad social. Las tres definiciones que nos ofrecen los buenos diccionarios nos confirman que fuera de las ciencias exactas es difícil definir la igualdad. La acepción primera y más general dice que la igualdad es la conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad; la segunda, aún más etérea, señala que es el trato idéntico entre todas las personas, al margen de razas, sexo, clase social y otras circunstancias diferenciadoras; y para terminar la tercera (la científica y más exacta) dice que es la equivalencia de dos cantidades o expresiones, simbolizada por los dos trazos horizontales superpuestos (=).
Podemos decir que la igualdad tiene que asentarse en una voluntad política. Si queremos avanzar en este terreno, no solo los hombres que dirigen deben de tener esa voluntad sino también las mujeres han de implicarse en ello plenamente. La Historia nos demuestra que en todas las grandes revoluciones sociales o cambios de ciclo (como tras una guerra mundial) las mujeres han tenido un papel determinante en el cambio, pero nunca han sido reconocidas y rápidamente han pasado a un segundo plano cuando estos cambios fueron consolidados, esperemos que no tengamos que asistir de nuevo a un ciclo de esta naturaleza.
Así pues, a las mujeres nos toca estar en la vanguardia. Nosotras somos las constructoras de la futura igualdad. La sociedad va a veces más deprisa de lo necesario y tenemos que estar presentes allí donde todavía la mujer se encuentra en situación de discriminación.
Los poderosos tratan siempre de oprimir a los más vulnerables, a los más pobres, a los diferentes en su color de piel, a los que sufren una minusvalía física o psíquica. La lucha contra la discriminación de la mujer no ha de hacernos perder de vista la lucha contra otras discriminaciones que, aunque minoritarias en nuestras sociedades, no dejan de ser profundamente injustas y no permiten que nuestra sociedad avance hacia el sentido del progreso que todas nosotras deseamos. Al “diferente” en general se le sitúa automáticamente como desigual.
La igualdad implica el trato idéntico que un organismo, estado, empresa, asociación, grupo o individuo le ofrece a todas las personas independientemente de su raza, sexo, clase social u otra circunstancia plausible de diferencia; o dicho de otra manera, es la ausencia de cualquier tipo de discriminación.
Esta definición se aproxima a lo que la francmasonería viene defendiendo desde hace siglos, ya que reconoce y defiende que cada ser humano racional ha nacido igual en derechos y, por lo tanto, no hay ninguna diferencia entre el que manda y el que obedece, entre el que produce y consume, entre el que paga y el que cobra. Considerar al otro como igual en cualquier circunstancia, confiar en su conocimiento y en su capacidad de avanzar y de mejorar, esta es la clave de la igualdad masónica.
Y puesto que el masón Voltaire dijo que "La igualdad es la cosa más natural y más quimérica a la vez", propongámonos seguir este camino en nuestro día a día y en toda circunstancia con el objetivo de que la quimera se haga realidad.