Parte III: compromiso con la libertad
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La fotorreportera Gerda Taro en un detalle de la portada del libro ‘La chica de la leica’, retratada por Robert Capa, cortesía de Editorial Tusquets. /International Center of Photography /Magnum
En 1938, André Friedmann, utilizando el pseudónimo que había compartido con Gerda, publica “Death in the Making, photographs of Robert Capa and Gerda Taro”. Dice en su dedicatoria: “A Gerda Taro, que pasó un año en el frente español y allí se quedó”. Aunque en el título aparecen juntos, las fotos publicadas en él no están firmadas y no se puede adivinar cuáles son de uno u otra.
Pareciera que Gerda intuyó, cuando decidió quedarse en Madrid porque la situación se estaba agravando, que sus fotografías podían ayudar a cambiar o al menos influir en la guerra. Gerda murió porque se empeñó en negar la derrota, por sus enormes deseos de inmortalizar la victoria de la causa republicana, pero ¿es eso bastante para convertir a Gerda en una militante política miembro activo del partido comunista alemán? Esta idea se repite en muchas de las historias contadas de su vida.
Existen, según François Maspero, dos posibles explicaciones. La primera sería el hecho de que el Partido Comunista Francés se hiciera eco de su muerte de forma instantánea, seguido de cerca por el Partido Comunista Alemán. Los funerales solemnes, las banderas rojas, los discursos apasionados... En Leipzig, después de la guerra, se erigió un monumento a la memoria de los héroes del partido en el que figura su nombre.
La segunda tiene que ver con el clima de la Guerra Fría y la caza de brujas. El FBI y la Comisión de Actividades Antiamericanas del Senador McCarthy terminaron por acusar de aliados del comunismo a todos los que habían tenido contacto, directo o indirecto, con las Brigadas Internacionales o con la causa republicana.
Sabemos, por referencias del fotoperiodista Pierre Gassman, que Gerda frecuentó círculos antifascistas en un sentido amplio. Por su parte, Richard Whelan, biógrafo de Robert Capa, imagina que perteneció al SAPD (Partido Obrero Socialista Alemán) sin aportar pruebas de ello.
De lo que sí hay seguridad es de que, a su llegada a España, ambos fotógrafos no se dirigen hacia las organizaciones comunistas, como hubiese sido lo normal de haber tenido vínculos con los camaradas de los partidos francés y alemán. También tenemos como testigos mudos a las personas a las que fotografiaban, esencialmente los miembros de las milicias anarquistas de las FAI y la CNT. Lo que hace suponer que, de haber pertenecido activamente a una organización comunista, hubieran recibido reprimendas por su trabajo con imágenes que glorificaban a los anarcosindicalistas.
Gerda, con sus fotos, nos deja su valentía, su libertad, su visión de mujer unida al compromiso y en favor de la libertad. Ella sabía que su obra sería vista en el mundo y su mensaje funcionaría como despertador de conciencias.
Fue considerada la primera fotoperiodista de la historia y la primera que murió ejerciendo su profesión en el frente, aunque, tras los muchos honores que recibió tras su muerte, con el paso del tiempo fue cayendo en el olvido.