Nos resulta fascinante descubrir a las pioneras de la francmasonería femenina. Por ello, hoy os hablaremos sobre una de ellas: Éliane Brault.
Fue una activista francesa muy reconocida desde la década de 1930 hasta la de 1970. Feminista y antifascista participó en la Resistencia durante la II Guerra Mundial desde el primer momento; masona activa, autora de numerosas obras y varias veces condecorada, sigue siendo hoy, sin embargo, un personaje ignorado en los libros de historia.
Nació en 1895 en París de una madre de origen judío que se convirtió al catolicismo y de padre médico y abogado. A pesar de una educación burguesa y muy católica, tuvo la suerte, a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, de poder cursar estudios superiores. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, se acababa de casar y ser madre. La violencia del conflicto la vivirá muy de cerca ya que su joven esposo muere muy pronto en el combate. Esta tragedia la lleva a rebelarse y romper con una religión en la que ya no quiere creer más.
Se dedicó a la asistencia sanitaria y social en un hospital que se instaló en su edificio. Fue durante este período cuando conoció a Louis Gallié, abogado y francmasón, que se convertiría en su segundo marido y que le abrió las puertas del Partido Radical y de la Masonería.
A fuerza de perseverancia y compromiso, logró acceder a puestos de responsabilidad dentro del partido e impulsó una política de obras sociales y en favor del derecho al voto de las mujeres. Posteriormente se divorció, teniendo que ocuparse sola de la educación de sus dos hijos.
Fue iniciada en 1927 en la logia de adopción "Unión y Beneficencia" de la "Gran Logia de Francia" en París. Desde la Masonería reflexionará sobre los mismos temas que en el ámbito político: derechos de la mujer y del niño, emergencias humanitarias, búsqueda de la paz, valores republicanos y respeto al principio de laicismo.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y aunque ya se había unido a la Resistencia, fue denunciada como antifascista, masona y judía, y por ello detenida y encarcelada. Sin embargo, logró escapar, viajar a Londres y unirse a las Fuerzas Francesas Libres, en donde las mujeres fueron relegadas a puestos subordinados: ordenanzas, secretarias, conductoras ... A pesar de todo, logró crear un cuerpo de enfermeras y trabajadoras sociales, las "A.F.A.T.", para acompañar a las tropas en los campos de batalla. Decía que, para ella, "la forma más alta de coraje es la perseverancia en el esfuerzo a pesar de las decepciones y complejidades, sobre todo, el coraje diario". En esta vorágine no se olvida de la causa feminista. Piensa que se debe aprovechar la guerra para expandir y realzar el lugar de la mujer.
Cuando volvió la paz, se reintegró a su puesto en el Ministerio de Salud Pública y Población, y la Masonería ocuparía cada vez un mayor espacio en su vida. Escribió: "¿Qué lugar sería más propicio que el templo masónico para que las sensibilidades y las ideas se unan en una disciplina de tolerancia, en el respeto mutuo y la total igualdad de derechos y deberes? ¿Dónde podríamos con más juicio apasionado, construir la emancipación femenina para preparar un futuro mejor? " ¡Sus palabras siguen siendo hoy muy relevantes!
Cuando se formó la "Unión Masónica Femenina de Francia", que se convertiría en la "Gran Logia Femenina de Francia", se unió a ella. Posteriormente, ingresó en el "Derecho Humano". Sin embargo, sintió que su enfoque contenía demasiada espiritualidad y simbolismo abstracto, lo que le alejaba de la reflexión social e intelectual. Por ello fundó con Raymond Jalu en 1973 la "Gran Logia Universal Mixta", a la que apodó la "Hija de la Indignación y la Esperanza". Finalmente, en 1980, creó "la Asociación Francesa de Francmasonería Mixta Antigua y Aceptada".
Los diferentes cambios de afiliación solo reflejan su incapacidad para encontrar una manera de superar el obstáculo de la masculinidad exclusiva de las grandes obediencias masónicas de su tiempo. Sin embargo, estaba convencida de que las mujeres tenían su lugar en la Masonería.
Eliane Brault murió en 1982. Su ejemplo nos anima a reclamar nuestro lugar en la sociedad como mujeres. Su advertencia de no olvidar que demasiada espiritualidad y simbolismo abstracto podrían alejar a la Masonería de la vida social e intelectual del mundo en el que vivimos, es muy acertada. La masonería no puede limitarse a la introspección y a la fraternidad. Debe adaptarse a la realidad de su época mientras continúa su trabajo de transmisión. Este es uno de nuestros grandes desafíos.
La reflexión final de este interesante artículo me parece fundamental: no podemos olvidar que formamos parte de una sociedad y una época a la que debemos adaptarnos aunque sin perder nuestos valores, hoy en día tan necesarios ante la realidad que nos rodea.