El Método socrático (II)

febrero 12, 2021

Sócrates sostiene que el saber y el actuar bien se identifican, o dicho de otro modo, que el que obra bien lo hace porque sabe lo que es el bien y el que obra mal lo hace porque es un ignorante.

            Tal planteamiento le lleva a buscar el conocimiento o la sabiduría, porque saber qué es el bien lleva necesariamente a ser bueno. Así el vínculo entre moral y conocimiento está servido. Y, por lo tanto, el hombre justo ha de vivir buscando la verdad, definiendo los grandes valores: qué es el Bien, la Justicia, el Valor, la Verdad.

            Sócrates se ríe de los que se creen en posesión de la verdad y les aplica su famoso método mayéutico. Este método se comprende bien a través de dos ejemplos: por un lado, ridiculiza a los sofistas que creyéndose en posesión de la verdad caen en contradicciones ante las preguntas del maestro, que acaba demostrando la ignorancia y la soberbia en la que se sustentan. Por otro lado, consigue que Menón, un esclavo sin ningún conocimiento previo en matemáticas, llegue a formular el principio de Pitágoras.

            Ambas cosas, ridiculización de los sofistas y extracción desde el interior del esclavo (por lo tanto desde la ignorancia) de un saber que no creía poseer, se desarrollan a través de un método que él mismo comparó con el trabajo de las parteras. Éstas ayudan a dar a luz a las criaturas y él ayuda a alumbrar el conocimiento. El método mayéutico se puede definir como el arte de dar a luz al saber con objeto de formar al discípulo.

            La Mayeútica se asienta en dos principios fundamentales: la búsqueda y el diálogo.

            La búsqueda caracteriza la actitud básica del maestro. Es un maestro que no enseña la verdad, sino que, como está en un camino de búsqueda, ayuda al discípulo a iniciar y proseguir el viaje hacia el interior de uno mismo, primer paso imprescindible para avanzar en el conocimiento. El maestro sugiere, orienta y anima para que afrontemos ese camino de búsqueda con humildad y persistencia.

            El diálogo nos iguala. Sólo se puede entablar un diálogo fructífero y veraz si nos tomamos en serio y valoramos a nuestros interlocutores. El auténtico diálogo no es posible si uno de los intervinientes se considera en posesión de la verdad, se instala en ella y se propone instruir a los demás. El auténtico diálogo sólo es posible entre seres humanos que están buscando juntos, van alumbrando nuevos conocimientos y logran ir descubriendo principios no contradictorios y valores justos. Así la búsqueda de la verdad es para Sócrates una tarea colectiva basada en el diálogo. Cada persona posee dentro de sí una parte de la verdad, pero sólo podrá descubrirla con la ayuda de los otros.

            A los sofistas, a los que se creen en posesión de la verdad, a los soberbios, Sócrates los trata duramente y los ridiculiza. A través de la ironía socrática los pone en evidencia, pues les lleva a entrar en contradicciones y desmonta así su “aparente saber”. A los que se acercan con afán de conocer, con amor al saber y con humildad, les estimula y orienta, dialoga con ellos y les muestra con su ejemplo un modo de aprender y de vivir.

            El método socrático pretende construir definiciones que tengan un valor universal dado que llevan a descubrir la esencia de lo investigado. La finalidad de este método es llegar a esa definición verdadera y universalmente válida y el procedimiento que utiliza es inductivo, es decir, parte del análisis de casos particulares para alcanzar una definición general superando las apariencias y las contradicciones que se van descubriendo en el camino. La mayéutica consiste en hacer preguntas de un modo tal que el otro llegue a descubrir la verdad por sí mismo. Es, pues, una forma de utilizar el diálogo como método para buscar juntos la verdad.

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