“FILOSOFÍA DE LA MASONERIA”. J. G. FICHTE
La imagen ideal del ser humano maduro y formado coincide para Fichte con el buen masón y la buena masona. El perfil que dibuja el filósofo tiene los siguientes rasgos:
- Cabeza clara y libre de prejuicios de toda índole.
- La verdad es para él un todo único e indivisible.
- No impone a nadie su luz y está siempre dispuesto a dar.
- Se muestra contento.
- Es de una rectitud extrema, escrupuloso consigo mismo, sin alardear de su virtud ni imponer a otros su punto de vista.
- Muestra una amplia compasión ante las debilidades ajenas.
- Vive creyendo en un mundo mejor pero no impone esta fe a nadie, sino que la lleva dentro.
Este perfil describe el ideal masónico y constituye el aire que respira. No todos los que se llaman masones alcanzan esta plenitud, aunque lo importante es el esfuerzo y la determinación que ponemos en ello.
Los masones no son necesariamente mejores que otros seres humanos, nos dice Fichte, y además, se puede alcanzar fuera de la orden la misma perfección. Ahora bien, dentro de la Orden la formación y la perfección son más comunicables, más compartidas y de mayor repercusión social.
Los iniciados en masonería han de ver más allá de los límites de su propio estamento y función. El sabio más ilustrado y lúcido dirige su mirada no sólo a su disciplina sino también al campo entero del conocimiento.
En la sociedad existen personas que se ocupan de la formación del espíritu, del corazón y del gobierno mientras que otros velan por las necesidades de la vida terrenal. Muchas veces se tratan con recelo e incluso con odio. Una logia debe acoger tanto a sabios como a iletrados y propiciar que aprendan a confiar y a alejar el desprecio. Así trasladarán esta disposición de ánimo integradora y fraternal también fuera de la logia.
La masonería contribuye a la formación del ser humano completo e íntegro frente al unilateral e incompleto y en este proceso formativo es bueno que las masonas y masones se apropien de la mayor parte posible de la cultura (ciencias, artes, negocios, experiencias personales…) y que practiquen las dos maneras de influir en las personas que les rodean: la instrucción y el buen ejemplo.