Parte 1: “El compromiso es un acto, no una palabra”, Jean-Paul Sartre

Partimos de la definición del compromiso como “la capacidad que tiene el ser humano para tomar conciencia de la importancia que supone cumplir con el desarrollo de su trabajo dentro del tiempo estipulado para ello”. Al comprometernos, ponemos al máximo nuestras capacidades para sacar adelante la tarea encomendada.

“Compromiso” es una hermosa palabra que proviene del latín y está formada por el participio del verbo “mittere” (missus): enviado, mandado, y los prefijos “con-” de compañía y “pro-” a favor de. En castellano adopta varios significados. Entre ellos, podemos destacar los siguientes: obligación contraída, dificultad, empeño y ofrecimiento. En el Imperio romano, originalmente, si el compromiso no era mutuo éste no existía. Sin embargo, hoy en día uno puede comprometerse ante otro o con otro a hacer algo, sin que ello implique ninguna obligación para la otra parte.

El compromiso supone cumplir con lo prometido aún ante circunstancias adversas. La palabra “compromiso” se utiliza para describir o bien una obligación que se ha contraído o la intención de cumplir con la palabra dada. En ocasiones, es una promesa o una declaración de principios. No obstante, y aun con esta definición tan descriptiva, hay tantas formas de compromiso como personas habitan la tierra.

El compromiso es algo que se siembra, riega, cuida, cosecha y vuelve a sembrarse indefinidamente. Lo que une a los múltiples significados de la palabra “compromiso” es que exige la implicación de una misma: tomar libremente la decisión de asumir riesgos de distinta naturaleza y estar preparada para afrontar las consecuencias. Comprometerse es responsabilizarse de un acto que no estábamos obligadas a asumir. Es un acto de libertad individual, pero puede darse el caso de un compromiso colectivo en procesos políticos o sociales.

Para Sartre: “Aceptar o asumir un compromiso debe ser entendido como un acto reflexivo y no tomado a la ligera. Independientemente del contexto, estar comprometido requiere poner dedicación, esfuerzo, convicción y confianza en el proyecto, en la idea que florece”.

El compromiso es una cualidad a través de la cual entendemos que es necesario actuar y hacer lo correcto: comprometerse con los demás, con una organización, con los amigos, con los animales, con el planeta. Además de una cualidad, que no todo el mundo posee, es una lucha contigo misma; es debatirse entre lo justo y lo injusto, entre lo correcto e incorrecto.

Se puede ser más o menos comprometida, pero sin el compromiso no se llega a una meta final, a un objetivo. Ser comprometida implica también grandes dosis de responsabilidad. Compromiso y responsabilidad son dos vocablos que forman parte del ideario de cualquier persona comprometida.

     No hay compromiso masónico si no es queriendo, ofreciendo y aportando, y sacrificando unas opciones por otras. Conlleva una espiritualidad y un estilo de vida cimentado en la razón y en el ejercicio de la fraternidad, y esta doble dimensión nos habla de su fuerza y potencialidad, de su capacidad de integración y de su tendencia hacia la armonía en una misma y en el mundo. Una masona es reconocible por su actitud positiva ante la vida, su racionalidad frente a los hechos que constituyen esclarecimiento de la ignorancia, sus consecuencias, su fraternidad en el trato a todos los que le rodean, su intención de vivencia y convivencia en los contextos en que vive y convive, y en el constante anhelo y búsqueda de la verdad. Por lo tanto, el compromiso  se manifiesta en lo que decimos y, sobre todo, en lo que hacemos y en las actitudes que desarrollamos.