Masonería y Derechos Humanos (II)
El perfil de la mujer masona, sus valores y principios se encuentran íntimamente ligados a los ideales de los Derechos Humanos. Los Derechos Humanos son universales y atemporales, poseen una gran fuerza ética y moral, son independientes de los contextos sociales e históricos y propugnan que todos debemos ser tratados de manera igualitaria. Al menos esa es la pretensión que inspira a sus autores. Este principio de igualdad sobre el que se asienta el articulado de la declaración es incompatible con los sistemas políticos o sociales basados en la superioridad de los integrantes de un pueblo, clase social u origen de los seres humanos y, en definitiva, con cualquier sistema político de carácter no democrático.
Las Masonas sostenemos con decisión y valentía los mismos valores universales que proclamaron esos filósofos de la Ilustración: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, para construir una sociedad más igualitaria, justa, solidaria y respetuosa con la diversidad y que sea capaz de garantizar la libertad de pensamiento, de culto y de expresión, junto con el fomento de la participación y la calidad de la educación para todo ser humano. Nos guían los principios de tolerancia, laicidad, sororidad y respeto a los pueblos y sus culturas, siempre que estas manifestaciones contribuyan a la mejora de la sociedad y a la pacífica convivencia entre los habitantes de la tierra.
Así pues nos comprometemos a promover, fomentar, instaurar y extender en nuestro círculo de influencia esos derechos inalienables que reconocemos y que figuran entre nuestras normas y que nos hacen ser reconocidas por el máximo respeto a la dignidad humana y a la de la mujer, especialmente en su más profunda y extensa consideración a través del respeto a la libertad del otro a expresarse, a solicitar y recibir una justicia igualitaria y a la aceptación de diferencias ideológicas, discrepancias de opiniones y diversidad de creencias. No en vano Olympe de Gouges redactó el 5 de septiembre de 1791 la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” en la que se parafraseaba la masculina “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” proclamada el 26 de agosto de 1789. Esta Declaración en femenino se considera uno de los textos precursores de la emancipación de la mujer y la reivindicación de la auténtica universalización de los Derechos Humanos a través de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres.
Nosotras, mujeres Masonas, pretendemos contribuir a romper barreras, eliminar distancias, igualar caminos y proclamar la igualdad entre los seres humanos. Quisiéramos llegar a ser ejemplos de vida y desde la sororidad, aspiramos a hacer crecer la flama que prende en otras mujeres para perpetuar los Derechos Humanos y hacerlos extensibles a todos los lugares de la tierra.
Somos conscientes de los problemas aún no atajados desde la Declaración de los Derechos Humanos y que se relacionan principalmente con la constatación de sus reiterados incumplimientos incluso entre los países que los suscriben y defienden. Sabemos que entre la proclamación de una aspiración y su plasmación efectiva en la realidad hay una distancia que no invalida el contenido de la Declaración, sino que ha de impulsarnos a la denuncia de sus violaciones y a la reivindicación de su cumplimiento.
Además de los reiterados incumplimientos nos preocupa el debate entre relativismo y universalismo que conforma en la actualidad la diversidad de posiciones frente a los Derechos Humanos tal y como se encuentran formulados por las Naciones Unidas en 1948. Los más críticos los atacan como producto de un etnocentrismo propio de la cultura occidental y defienden un relativismo cultural que considera todas las culturas iguales y dignas de respeto, por lo que cualquier intervención externa les parece una intromisión inadmisible.
Encontrar un equilibrio entre el respeto a la diversidad cultural y la proclamación de ciertos derechos como universales no deja de ser uno de los retos de nuestro tiempo en el que como masonas nos sentimos concernidas. No renunciamos a nuestra tradición universalista y desde ese punto de vista defendemos la necesidad y validez de los Derechos Humanos para todo ser humano y en todo lugar. Pero esto ha de realizarse con el máximo respeto a la diversidad cultural de las sociedades y de las personas. Ambos principios: universalidad y respeto a la diversidad, forman parte de los valores fundamentales que sustentan nuestro modo de ser y estar en el mundo.