De Prometeo al transhumanismo o a Jano

agosto 23, 2021

Parte III: Hacia un nuevo humanismo

Todos estamos marcados en diversos grados por este deseo metafísico de eternidad donde todas las posibilidades están a nuestro alcance. Si las tecnologías pueden ayudar a mejorar la condición humana, en ningún caso podemos imaginar que los humanos se salvarán sólo con la tecnología. De hecho, parece que una sociedad cuanto más depende de la tecnología, más propensos a la depresión son los seres humanos que viven en ella.

Estos conceptos filosóficos son ahora la base de muchos debates sociales relacionados con la ética de la vida, el cuerpo, la muerte y el medio ambiente. La naturaleza ha sido completamente profanada y el resultado es una observación innegable: el mundo actual se entiende a través del prisma de la lógica matemática y visto como una barrera a superar.

Esta degradación de la relación del ser humano con la naturaleza es notable. En todo el mundo, las graves perturbaciones climáticas provocadas por nosotros son síntomas de la misma aflicción: una ruptura de la armonía entre el ser humano y la naturaleza.

¿Qué hacer?, ¿qué margen de maniobra para los preocupados por esta perspectiva?, ¿qué lugar se le debe dar a la vida, a la existencia en un mundo desprovisto de puntos de referencia y orientación? Los tres límites que se asignaron en el pasado a la naturaleza y a la razón humana: cuerpo, tiempo y trascendencia, pronto serán superados. La relación del hombre con la naturaleza, bajo el impulso y movimiento del progreso técnico, se ha desacralizado, desmitificado y desencantado. Pero tratar de desviar el avance de la tecnología para dar marcha atrás sería inútil.

Sea cual sea el futuro de las tecnologías, no se trata de rechazarlas a priori, sino de permanecer alerta sobre el papel sistémico de los usos que se harán de ellas. Más que transhumanismo que va más dirigido al individuo, preferimos usar el término "hiper-humanismo" que es la apuesta optimista de la masonería, de construcción colectiva del futuro gracias a la inteligencia aumentada. Esta mayor inteligencia nos anima a ser aún más humanos que hoy, a nutrirnos de reflexión, altruismo y espiritualidad por una Humanidad orientada al compartir y al lugar que le corresponde a cada uno. Hoy en día, las oportunidades que abren los avances de la ciencia y la tecnología gozan de insuficiente preocupación ética y filosófica. Ante el uso excesivo de la técnica, urge volver a sumergirse en el Mito de Prometeo.

Tampoco debemos caer del lado de los “colapsólogos” que predicen el inminente, inevitable y brutal fin de nuestro mundo basándose en una gran cantidad de estudios científicos. Asumen que vivimos en un mundo finito, con los recursos a punto de agotarse y donde la única salida es el colapso.

Si bien el colapso es posible, no hay evidencia de que sea probable o inevitable. Los “colapsólogos” descuidan la posibilidad de evitar esta caída tomando medidas para resolver la crisis ambiental. En cuanto a los transhumanistas, dan por sentado que el progreso científico y tecnológico será continuo. ¡Como si en la Historia no hubiéramos visto ya lo contrario! Pero olvidan que no hay garantía, en caso de colapso, de que podamos volver atrás. Solo tenemos que recordar el tiempo perdido, desde un punto de vista científico y tecnológico, entre la caída del Imperio Romano y el Renacimiento.

Estos dos discursos van demasiado lejos. ¿No podemos encontrar algo positivo en ambos enfoques? ¿No sería más razonable imaginar un futuro en algún lugar entre el colapso y el dominio de la tecnología? En lugar de invocar a Prometeo o Ícaro, otra figura antigua parece más apropiada: Jano, un rostro vuelto hacia el pasado, el otro hacia el futuro. En este momento, la hipótesis de Jano es más probable. Reúne todos los escenarios intermedios. Los de un mundo con dos caras: la del calentamiento global y la de la revolución tecnológica. Para evitar el colapso, así como para evitar esta oligarquía transhumanista distópica, nos corresponde, por tanto, actuar ahora, no para sobrevivir a un hipotético apocalipsis, sino para evitarlo, confiando en la tecnología para lograrlo más fácilmente.

Si hay algo que está directamente amenazado por el progreso de la tecnociencia, es la definición de esta esencia humana. En consecuencia, debemos redefinir ontológicamente lo que es el Ser Humano, así como su lugar en la naturaleza y, más particularmente, lo que constituye su belleza y singularidad. ¡Salvemos nuestra humanidad, nuestra fragilidad, nuestra belleza, nuestra finitud y nuestra ingenuidad! ¡Pongamos toda nuestra esperanza en el reencantamiento de la naturaleza y el mundo!

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