PARTE I. ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?

Para abordar la cuestión que nos ocupa, comenzaremos por definir qué es la ética, y qué entendemos nosotras por el progreso de la civilización.
¿Qué es la ética?
La palabra ética proviene de la palabra griega “ethos” que significa “modo de vida”.
La ética es la rama de la filosofía que se interesa por el comportamiento humano y, más exactamente, por la conducta de los individuos en la sociedad. Los términos ética y moral están estrechamente relacionados. La ética examina la justificación racional de nuestros juicios morales. Podemos decir, por tanto, que estudia las razones por las que consideramos lo que es moralmente correcto o incorrecto, justo o injusto.
En un sentido más amplio, la ética reflexiona sobre el ser humano y su interacción con la naturaleza y con otros seres humanos. También son cuestiones importantes para la ética la libertad, la responsabilidad y la justicia.
Aristóteles la definió como la ciencia que nos enseña a vivir bien.
¿Qué es el progreso de la civilización?
El progreso se define en el Diccionario del Uso del Español como “Avance de la humanidad hacia un estado ideal de perfección o desarrollo”. Y aunque el desarrollo, sobre todo el económico, no siempre implique un estado de mayor perfección, nosotras como masonas debemos abrazar el sentido utópico del progreso como avance hacia un estado ideal.
Si observamos el mundo en el que vivimos, a pesar de que los adelantos científicos y económicos han mejorado la vida de buena parte de la población mundial, estos mismos también conllevan elementos negativos: dificultad de destruir los residuos tóxicos, envenenamiento de las aguas por los vertidos industriales, contaminación atmosférica, extinción de especies, explotación de unos pueblos sobre otros por sus recursos naturales, pobreza energética, migraciones por efecto del calentamiento global...
Frente a todos estos problemas, surge un nuevo concepto de civilización basado en un sistema de vida sostenible formado por una relación apropiada entre el ser humano y la naturaleza. Según este enfoque, el desarrollo industrial y su auténtico progreso material, económico y, sobre todo, social, sólo será sostenible para la civilización si contribuye al bienestar de la sociedad y del medio ambiente.
¿Puede entonces la ética ayudarnos a encuadrar el desarrollo material y económico en unos límites que encaminen a la civilización hacia un mayor bienestar real?
