Un grupo de mujeres votando por primera vez en Nueva York en 1920. Foto: Getty.
El 26 de agosto de 2020 se cumplen los 100 años de la ratificación de la 19ª enmienda a la Constitución de los Estados Unidos donde se concedía por fin el voto femenino.
Una lucha de 72 años que comenzó en 1848 con la Declaración de Sentimientos de Séneca Fall en Nueva York y que fue firmada por 68 mujeres y 32 hombres y, liderado por Susan B. Anthony, Elizabeth Cady Stanton que fue su redactora, Lucrecia Mott y Jane Hunt, en cuya casa se gestó la iniciativa tomando el té. Todos los participantes excepto Stanton eran cuáqueros; creencia religiosa fundamental en la lucha por la igualdad, ya que preconiza la igualdad de todos ante Dios. Una figura masculina destacó en esta convención: Frederick Douglass, afroamericano abolicionista.
El proceso fue largo por muchos motivos, pero sobre todo irregular por lo extenso del territorio y las diferentes situaciones políticas que se vivieron durante esos años, tales como la Guerra Civil americana y la Primera Guerra Mundial, además de la conquista de los territorios hacia el oeste.
Los antecedentes del proceso que se inicia oficialmente con la Declaración de Sentimientos, hay que buscarlos en la figura de Frances (Fanny) Wright, escocesa que emigró a EEUU en 1818 y que luchó por la abolición de la esclavitud, la universalización e igualdad en la educación y los derechos de la mujer, abogando porque las mujeres participaran de la salud y la medicina y fue activista del Movimiento Popular por la Salud entre 1830 y 1840.
La Declaración de Sentimientos nace por el sentimiento de injusticia que les parecía a las mujeres tener que pagar impuestos sin poder tener representatividad en los órganos legislativos y por tanto estar incapacitadas para trasladar su disconformidad vía voto.
Los primeros años de lucha se concentraron en el abolicionismo, ayudando a auxiliar a esclavos fugitivos y promoviendo reuniones donde se discutía la mejor manera de conseguir la abolición, tratando temas como el abuso del cuerpo de los esclavos por sus amos, lo que llevó a las mujeres a plantearse el abuso sexual y marital aun siendo mujeres libres y, por tanto, tratando de vincular la lucha abolicionista con la necesidad de conseguir el sufragio para exigir cambios sociales con un derecho político.
Esos años de lucha no fueron fáciles y consiguieron pocos logros, ya que la sociedad no estaba preparada para tales reivindicaciones. Se imponía el culto a la domesticidad que daba prestigio social a la mujer ya que no se veía obligada a trabajar. Al ser las líderes del movimiento sufragista mujeres de la clase acomodada, perdían fuerza y legitimidad frente a las que se veían obligadas a trabajar en las crecientes urbes industrializadas. Aún así, en esta primera etapa de la lucha se inicia un proceso imparable que poco a poco va calando en la sociedad.
En 1861 estalla la Guerra Civil y las líderes del movimiento pensaron que el trabajo de la mujer durante estos difíciles años debería desembocar en la consecución de mayores derechos.