Parte 2.- Los primeros pasos de la masonería femenina en España
A diferencia de otros países con más tradición masónica, la recién creada masonería española no sólo dio importancia a logias integradas exclusivamente por mujeres –las llamadas logias de adopción–, sino que en muchas logias masculinas fueron admitidas mujeres, por razones de parentesco en unos casos, o como simple plataforma para su posterior “emancipación”. Y lo hicieron con los mismos títulos, ritos y derechos que el hombre: las mujeres no solo eran iniciadas en rito masculino, sino que asistían a los trabajos de la logia y adquirían cargos de responsabilidad como Vigilante, Oradora o Secretaria.
En otros países, la presencia femenina en la masonería había desaparecido o se encontraba bajo una rigurosa tutela o control. Recordemos que en Francia habría que esperar a 1945 para que se crease lo que acabaría constituyendo la Gran Logia Femenina de Francia. Mientras, en España, algunas de las logias de adopción del siglo XIX eran ya verdaderas logias femeninas que no dependían directamente de ninguna masculina, administrándose autónomamente. Esta masonería femenina española es muy anterior también a la célebre iniciación de Maria Deraismes en 1882 y a la constitución posterior de la masonería de carácter mixto –el Derecho Humano–, fundada por ella diez años más tarde, pues en España hay mujeres masonas desde 1871 y logias femeninas de adopción desde 1873. La presencia de mujeres masonas en más de 200 logias masculinas, y de más de 800 mujeres masonas conocidas (no sabemos cuántas puede haber habido en realidad) en el último tercio del siglo XIX español son datos representativos de su importancia.
Muchas de las masonas del siglo XIX han dejado un importante legado humanista y feminista: como Ángeles López de Ayala, una de las masonas más célebres de España y gran impulsora del feminismo en Cataluña, que aparece integrada en la logia masculina Constancia de Gracia (Barcelona), donde tuvo los cargos de Secretaria y Oradora. En 1894 ostentaba el grado 30 del rito francés. O la famosa Rosario de Acuña y Villanueva, Hipatia, “la más importante representante del feminismo librepensador y emancipador de la mujer”, miembro entre otras de la logia de adopción Hijas del Progreso de Madrid, de la que era Oradora.
A medida que las reivindicaciones sociales avanzaban con el fin del siglo, las mujeres llegaron mucho más lejos de lo que los hombres esperaban: el compromiso por un mundo mejor y más igualitario se convirtió en una lucha por la liberación de todas las mujeres y en todos los niveles de la sociedad. Las masonas feministas de los últimos años del siglo XIX trabajaron por la integración de las mujeres obreras en las logias; una necesidad, según ellas, para la lucha común que se anunciaría en los albores del siglo XX: la obtención de la igualdad de sexos y de clases.
También, y con el fin de alcanzar una visibilidad y audiencia mayores, algunas masonas se asociaron. En 1889, Ángeles López de Ayala, Amalia Domingo Soler (novelista), Belén de Sárraga Hernández, una de las primeras mujeres médicas de España, y Teresa Claramunt (obrera anarquista), crearon en Barcelona la Sociedad Autónoma de Mujeres, cuyo objetivo declarado era motivar a las mujeres de toda clase y condición para que participaran en los debates políticos y culturales.
A raíz de esta integración de la mujer en la masonería y de la visibilización de su lucha por la igualdad de sexos y de clases, está la filosofía krausista, introducida en España a mediados del S. XIX por el filósofo y traductor Julián Sanz del Río.