PARTE III: SALIR DE LA IGNORANCIA

El aprendizaje masónico nos impele a proseguir en la tarea de salir de la ignorancia permanentemente, ya que no solo es atrevida, sino también nefasta. Desafortunadamente “con frecuencia, la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento” (Darwin). Salir de la ignorancia se convierte para nosotras en una necesidad, en una actividad vital, en un esfuerzo inacabable. El ignorante no logra acercarse a una consciencia más definida de quién es y de cómo es el mundo en el que vive y, por tanto, las posibilidades de decidir mal o de no atreverse a decidir nada y de, por tanto, vivir lo que otros le imponen, son muy grandes.
La aventura del aprendizaje como “tarea del héroe” (Joseph Campbell “El viaje del héroe”, 1949), como actitud vital es plenamente masónica. Los fundadores de la masonería creían en la perfectibilidad del ser humano y en su capacidad para aprender y mejorar. Pensaron en construir una filosofía del género humano con los mimbres de la filosofía, la ciencia y las artes emancipadoras que habían cristalizado en la Ilustración. Como hijos de su tiempo estaban convencidos de la necesidad de cultivar el afán de conocer, de preservar el legado de la tradición clásica y de innovar rompiendo moldes religiosos, políticos y sociales.
Aun así fueron incapaces de darse cuenta de la visión androcéntrica y eurocéntrica de todas sus referencias y con esta mentalidad impidieron la incorporación de las mujeres a la masonería hasta 1893 en logias mixtas y hasta 1952 en logias femeninas.
Para construir un mundo mejor hemos de continuar en la senda del estudio, la investigación, la experimentación, la crítica, la reflexión, el contraste de interpretaciones, el compartir experiencias y aportar lo mejor de cada una.
