
FOTO: https://www.teatroespanol.es/silencio
“Silencio” es una obra escrita y dirigida por Juan Mayorga, licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía. Ocupa la silla M en la Real Academia Española y su teatro, traducido a una treintena de idiomas, ha obtenido numerosos premios, entre los que se encuentran el Premio Europa Nueva Realidades 2016, Premio Nacional de Teatro 2007 o el Premio Nacional de Literatura Dramática 2013.
Tuvimos ocasión de disfrutar la obra el pasado 15 de enero en el madrileño Teatro Español.
El texto es, nada más y nada menos, que el discurso de ingreso de Mayorga en la Real Academia Española (RAE) en mayo de 2019. En forma de monólogo, la actriz Blanca Portillo representa al director en tan solemne acto a través de una profunda reflexión sobre el silencio. Para ello viajará por sus silencios teatrales y personales.
Comenzará dando gracias a los presentes, académicos y no académicos, por el lenguaje y por el silencio como parte esencial de este, “por lo que las personas hacen con las palabras y lo que las palabras hacen con las personas”, refiriéndose por ejemplo a “yo lo que quiero es hacerme un mundo en el hueco” que construyó un estudiante en la Puerta de Toledo o “cuando me aburro, bajo a la calle a hablar con la gente de los bancos”, que escuchó a una anciana del barrio de la Elipa. Continúa contándonos: “Camino al acecho de palabras que, pinchadas en la plaza o en el metro, quizá merezcan una noche, cosidas a otras, subir al escenario”.
Blanca nos llevará de viaje por el silencio y hará con nosotros, espectadores, un experimento para que percibamos que en el escenario deseamos o tememos que la voz lo rompa, y, cuando el actor por fin lo hace, “antes que una frase con significado aparecerá la voz humana. Porque en el teatro se hace el silencio para que el espectador oiga no solo las palabras y los silencios que vienen del escenario, sino también las palabras y los silencios de su propia vida y de vidas que podría vivir”.
Es desde aquí que el discurso se tornará teatralización. Para ello el director utilizará el recurso de apagar las luces, que hasta ahora permanecían encendidas, y nos adentrará en la tragedia de Antígona, donde, según el autor, el silencio ocupa el centro del diálogo agónico entre Creonte y Hemón y en los silencios “que son callares que expresan un sufrimiento indecible” de Bernarda Alba, en el teatro de Lorca. O los silencios que representan combates o discursos y callares, como el de Segismundo y Rosaura de “La vida es sueño” de Calderón o el relato del Gran Inquisidor incluido en Los hermanos Karamazov.
El autor va mezclando estos a otros silencios teatrales como los de Chéjov y Beckett, entrando en una especie de meditación con la voz de Blanca, que, ataviada como si fuera el autor con un traje del que simbólicamente va despojándose por no sentirse cómoda, durante el trascurrir de la obra nos adentra en la razón del teatro diciéndonos: “lo que distingue a los actores más grandes, es hacer del espectador su cómplice… El teatro no es calco, sino mapa. Un espejo que se despliega. Su nombre viene de la palabra con que lo griegos nombraban el mirar…El objetivo del teatro no es la oferta de novedades, sino es extender lo visible…
El teatro no ha de buscar una filosofía precedente que lo legitime, sino provocar una filosofía que lo prolongue. Quien entienda la filosofía no como doctrina, sino como plan de vida, como infinita puesta en cuestión de todo (empezando por uno mismo), entiende la misión filosófica del teatro”.
Para Mayorga, en el escenario todo debe responder o debe construirse en torno a una pregunta que alguien se ha hecho. El teatro nace de la escucha, de esa que nos hablaba al principio del texto.
¿Es una obra contra la institución? Juan Mayorga ha hablado en numerosas ocasiones del poder de la palabra a lo largo de la historia. En este caso nos presenta el poder del silencio. A través de él se permite destartalar la institución cuando lleva a escena al personaje principal, que es el silencio. Tanto es así que es el teatro el que lo pone todo “patas arriba” y la geometría académica deviene en un mar de paisajes que convierten la solemnidad del escenario en un escenario de escenarios cuya cadena es el silencio.
Se trata de revisitar el concepto de silencio en su cotidianidad y en la Academia. El silencio puede ser una palabra muda, puede ser algo que espera ser dicho, algo que no queremos decir, algo que nos tragamos, una cortesía, una descortesía, una estrategia, algo que hay que rellenar ansiosamente, un preludio, un final.
¿Es solo el silencio el tema de la obra? ¿Qué es eso que intuimos pero que no aparece en el texto escrito? Es una historia en la que Blanca Portillo reprocha a Juan Mayorga que este la haya obviado durante mucho tiempo. La actriz se muestra dolorida con esa historia que hay por debajo del solemne discurso. Tampoco está de acuerdo con la multitud de personajes que la rodean (aunque no haya nadie más que ella en el escenario): ni con Juan Mayorga, que es el traje del que se deshace, ni con el jurado, ni con la Academia, de la que se ríe sutilmente y con el debido respeto.