Relatos del confinamiento de la Logia Clara Campoamor (II)

julio 27, 2020

Después de revisar whatsapp, de leer correos, twitter, facebook, mensajes diversos, después de ordenar por tercera vez el cajón de los cubiertos, aquí en la soledad de mi casa, donde los sonidos son más intensos que antes, cuando el tráfico ocultaba las pisadas de los perros en la calle, los carritos de la compra y el olor a pan recién hecho de la panadería de al lado de casa, trato de reflexionar acerca  de  esta  nueva  situación  vital  que  atraviesa  la  humanidad  en  estos momentos.

Este parón de más de la mitad del planeta es algo nuevo, nos iguala, nos aleja los unos de los otros, pero a su vez, nos acerca.

Somos  gregarios  por  naturaleza,  necesitamos  calor  humano,  pero últimamente se nos estaba olvidando, y ahora desde nuestras ventanas echamos de menos un abrazo.

Feliz y afortunada la que tiene alguien en casa para que se lo pueda dar de vez en cuando.

De repente, reparo justo en esto, en las personas que no tienen a nadie en casa junto a ellas, y lo pienso intensamente, reviso mi lista de contactos, propósito del día: llamar a dos o tres amigos que sé que viven solos.

Y esto me lleva a pensar en cuán útil o no, puedo llegar a ser en este momento para mis hermanas, para mi ciudad, y el mundo en general.

Lo sé, es poco desde casa, no estoy en primera línea, no lucho por salvar vidas como los sanitarios, ni en organizar como los técnicos, o los políticos, ni limpiar calles y poner orden como nuestras fuerzas de seguridad.

Trato de pensar, ¿qué hago cada día de bueno para mejorar y colaborar en esta pandemia?

Hago listas, y siento si es poco.

¿Qué más podría hacer? No basta con llamar, con dar ánimos, con echar una mano en las cosas que me sé, compartir libros, música o risas.

Me pregunto si hay algo más que hacer.

Si en otro momento me dijeran que lo mejor que puedo hacer es quedarme en casa, realmente me hubiera sentido fatal, porque para qué negarlo, de forma tácita más de una vez me lo han insinuado, y he luchado contra eso desde que nací.

Pero, qué curioso que esta vez sea cierto. También me pregunto si podría vivir totalmente sola y por mi cuenta. Y realmente no, nadie puede, si mucha gente puede quedarse en casa, es gracias a un montón de trabajadores que reponen productos alimenticios e higiénicos en las tiendas, arreglan cosas, y mantienen la ciudad relativamente viva.

Cada cual hace lo que ha aprendido a hacer mejor para que esto siga funcionando. Es realmente el gran templo de la humanidad del que tanto hablamos en nuestros trabajos.

Yo soy una pequeña piedra en este instante, apenas una china en un zapato. Y esta reflexión me lleva a otra: ¿soy yo una piedra en el zapato?

Quizá me hago esta pregunta porque vienen a mí cientos de recuerdos de situaciones en las que precisamente me he sentido así; esa sociedad de la imagen, de la competencia, de la lucha por lo que se aparenta ser perfecto... Me lo recuerdo demasiadas veces.

Pero estamos en otro momento, atrapados, fuera del tiempo. Ahora la voz y las palabras le han quitado espacio a la imagen. Ahora un aroma y un silencio tiene más valor que antes. No sé cuánto durará esto, pero algo quedará en la memoria colectiva, estoy segura.

Y en estas divagaciones, siento que soy mejor piedra, siento que crezco un poco, que sí que puedo sostener y reforzar con mi modesta colaboración a mis hermanas, a mis amigos y hasta donde pueda llegar mi voz, mis palabras y mi risa.

Y al continuar mi análisis llego a la risa, al humor que nos salva, que es nuestra válvula de escape. ¿Qué sucede con la gente que sufre? ¿Con las que viven tanto estrés en el trabajo? ¿Podría verse el humor como algo frívolo? Por naturaleza se me ha dado bien sacar una sonrisa a amigos y familiares, son esas cosas que me reforzaron de pequeña. Ya sabéis, una hermana es la guapa y la otra la graciosa. Y después venía la orden: ¡ahora no estamos para bromas!

¿Pero cuándo estamos para eso? La broma y el humor bien utilizado ayudan a  salvar vidas, reducir estrés y facilitar la comunicación. Y es cuestión de tiempo que cualquiera de nosotras no se parta de risa con algún vídeo, algún meme o algún chiste de este nuevo estado.

Y consecuentemente pienso en el Estado, en las personas que gestionan esta crisis y siento respeto y compasión por ellos, por la gran responsabilidad que tienen.

Y me enfado con los “aprovechateguis” que utilizan este momento para criticar, inventar mentiras y falsas noticias para desestabilizar el sistema y crear desconfianza en la ciudadanía. Me pregunto ¿qué haría yo si estuviera en el lugar de nuestros dirigentes? ¿Y qué harían ellos, los criticadores y odiadores profesionales? Y no quiero ni imaginar las respuestas.

Leo diferentes textos que se comparten acerca de cómo cambiará nuestro mundo después de la pandemia, mensajes utópicos maravillosos. Los leo con escepticismo. Son críticos con lo que vivíamos, pero tampoco sugieren más que vaguedades poco prácticas a mi modo de ver.

Creo que no es momento de señalar con el dedo sino de extender la mano a todos. Que, en vez de repartir falsedades, es mejor repartir amor, solidaridad, empatía y buena energía. Este parón nos proporciona tiempo para leer, oír música, pensar en silencio, imaginar, soñar crear y compartir….

Juntas podemos aprender las unas de las otras. Mirar hacia nuestro interior puede ser algo para sentirnos orgullosas de nosotras mismas, no desde la vanidad, sino desde el enfoque en el que lo estamos intentando, por nosotras y por todos.

Si conseguimos trabajar cada una nuestra parte, respetando la parte que le toca hacer a las demás, desde estos valores, realmente sí que recuperaremos nuestro mundo, pero haciendo que verdaderamente sea mejor.

5 comments on “Relatos del confinamiento de la Logia Clara Campoamor (II)”

  1. Bellísima reflexión de una Masona, para seguir dando amor ❤️, energía, para lo que trabajamos en lo social. En cuanto a continuar puliendo nuestra piedra, desde dentro hacia fuera, es una senal que debemos comprender de el Ser Supremo. Comprender el cambio de paradigma que nos anuncia. Ver más allá de las apariencias, en los grises, blancos y negros de nuestra existencia. He dicho. Vuestra Hermana Annabella

  2. El humor es la mejor medicina para cualquier tipo de dolencia: esa externa después de darnos un batacazo al caernos de la bici o tropezar 'con esa china' en el camino, y para la interna, la que a veces es una dolencia del corazón, del alma, de dentro. En esta situación, que aún se alargará unos meses, es necesario sacar fuerzas de donde podamos e intentar hacer la vida algo más fácil a los que tienes cerca, cubriendo así la necesidad egoísta de hacértela más fácil y bella a ti misma. Necesitamos reír, reír a mandíbula batiente, reír con lágrimas en los ojos, sonreír, y ayudar a dibujar sonrisas. El humor es muestra de rápida inteligencia. Así es que riámonos mucho y todas juntas. Fuerte TAF.

  3. "Y esto me lleva a pensar en cuán útil o no, puedo llegar a ser en este momento para mis hermanas, para mi ciudad, y el mundo en general."
    Esta experiencia que estamos viviendo nos demuestra cómo dependemos los unos de los otros, que todos somos importantes y podemos contribuir a que esta situación sea más llevadera, bien con el humor que comentas, bien contactando con los que no podemos ver, o quedándonos en casa cuando toca, respetando las normas impuestas por el bien de todos...

    "Y consecuentemente pienso en el Estado, en las personas que gestionan esta crisis y siento respeto y compasión por ellos, por la gran responsabilidad que tienen."
    Muchas veces he pensado en las autoridades responsables de gestionar la pandemia, y por nada del mundo me gustaría estar en su lugar. Es una situación muy compleja que solamente se podrá resolver con la unión de todos. No me cabe en la cabeza que ante esta situación no prevalezca la colaboración sino las zancadillas y la crítica constante.

    Nosotros, ciudadanos, solamente podemos hacer lo mejor posible lo que nos compete para salvaguardar a nuestras familias y con ello a las demás personas, esperando mejores tiempos.

  4. Emociones contrapuestas pero complementarias del humano: dolor, tristeza-->llanto. Humor, alegría-->risa.
    Una conlleva la penumbra negativa, la depresión, el miedo que paraliza que te deja sin fuerza para la acción. La otra inunda y alumbra la esperanza, encadena los mecanismos de esfuerzo para alcanzar la realización de proyectos, de logros realizables.

    Motivaciones que sustentamos entre todas las que para hacer de una "china en el zapato", una mullida arena para continuar con el siguiente paso: creer que hay un mundo mejor, es cuestión de mirar hacia él y todas empujar. Estamos rodeadas de seres maravillosos que la naturaleza ha puesto para mostrarnos por dónde hay que ir y escuchar al silencio cantar.
    Saludos cariñosos.

Responder a Chelo Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Suscríbete al boletín

¡Reciba todas las noticias!

Regístrese en nuestro newsletter para estar al tanto de las últimas publicaciones

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.