- TANTO POR CONTARTE
En Madrid, a 15 de mayo de 2022
Querida mamá: encuentro hoy el momento, a través de esta carta, de compartir contigo algo que llevo mucho tiempo queriendo contarte. Espero que lo aceptes sin prejuicios y te sirva para conocerme, entenderme mejor y seguir queriéndome como hasta ahora.
Se trata de mi pertenencia a una sociedad muy antigua y desconocida, sobre todo en nuestro presente y en nuestro país: la masonería. Paso a contarte un poco sobre su origen, que se remonta a la Europa de la Edad Media, concretamente al gremio de los constructores de catedrales.
Desafortunadamente en España no ha gozado de buena prensa y ha estado perseguida y en épocas oscuras hasta condenada, ¡pero tranquila!, ¡no tengas miedo!, que ya puedo sentirte leyendo esto con sudores fríos.
Podría escribirte largo y tendido sobre su historia, pero supongo que lo que de verdad te importa es saber ¿Qué hago ahí? ¿Qué me llevó a llamar a esa puerta? Todavía hoy sigo buscando esa respuesta. Supongo, como decía Betty Friedan, que andaba aquejada del problema que no tiene nombre, harta de estar descontenta y no encontrar el sentido a nada. Ahora estarás pensando: ingrata, ¡Harta teniéndolo todo! ¡Harta viviendo en un país democrático y rico!, ¡pero espera!, no te enfades, déjame que siga contándote.
Un día leí un artículo de prensa con una entrevista a la que por entonces era la Gran Maestra. Llamamos así a la mujer, aunque aquí todas somos mujeres, que nos representa y dirige. Los nombres pueden sonar un poco trasnochados, pero se trata de continuar con una tradición que nos gusta y designa con respeto. La tradición de la que te hablo la conjugamos con el progreso, pues aun cuando utilizamos ritos y símbolos ancestrales las interpretaciones que hacemos van actualizándose día a día, ajustándose a la evolución de los conocimientos y mentalidades.
He de decirte que detrás de cada uno de esos “títulos” hay mujeres de todo tipo y creencia, nada de élites como dicen por ahí, eso sí, todas nos reconocemos como hermanas, porque se da entre nosotras una fraternidad muy especial desde que nos iniciamos. Pero vuelvo al artículo del que te comentaba sobre la entrevista a la Gran Maestra, que me atropello teniendo tanto por contarte. En ella se hablaba de un conocimiento superior, un modo diferente de enfocar el mundo, una búsqueda de una mejora personal… aquello me fascinó. Esa emoción hoy no ha bajado de intensidad y sigue produciéndome el mariposeo en el estómago cuál enamorada.
No te he dicho todavía que mi logia, que así llamamos a los “centros de trabajo” o talleres donde nos reunimos para trabajar, se llama Clara Campoamor, ya sabes, aquella diputada a la que todas las mujeres españolas debemos el derecho al voto y que además luchó por muchos otros derechos. Ella también fue masona y ya sabes que era de fiar. Por algún motivo su espíritu me guía. Esa firmeza suya hasta el final respecto de lo que creyó justo para las mujeres, sin complejos, aunque pagando un altísimo precio, me parece una de las formas más honestas de transitar por la vida.
Bien, vuelvo a lo que hacemos que te intuyo nerviosilla. Lo que hacemos es pensar libremente, al principio pensarnos, conocernos. Como dicen los cocineros modernos, deconstruirnos, buscar en lo más profundo de nuestro ser los defectos y vicios que nos acompañan para cambiarlos, pensar en lo que nos han dicho que somos y someterlo a juicio. En definitiva, ponerlo todo patas arriba… y no es tarea fácil. Lo hacemos a través de un método de estudio y reflexión sobre símbolos, mitos y ritos.
Ahora que lo pienso es parecido a lo que tú haces con tus plantas, las observas, investigas sobre sus orígenes, sobre su nombre en latín, experimentas con ellas y disfrutas del resultado de sus perfumes y belleza.
Al principio me parecía un puzle, pero con el paso del tiempo y conforme iba juntando piezas he ido vislumbrando claridad. Estos símbolos nos van transmitiendo valores, formas de estar en el mundo. Se estudian, interiorizan y se practican en la vida cotidiana. Si no tuviera esta vertiente de ejercicio práctico no tendría sentido.
Por su parte, los mitos nos sirven para retroceder en el tiempo y explicarnos los orígenes de muchas de nuestras creencias de hoy. Por último, los ritos son el guion que estructura todo lo anterior.
Este puzle del que te hablo se va completando con la suma del trabajo del resto de las hermanas, sin dogmas, sin verdades absolutas, sin libros de texto sagrados ni maestras de escuela explicando conceptos, solo mujeres ayudándote para que seas tú quien lo descubra, quien construya sus textos, quien busque ideas que sirvan para pensar, pero sin dejar que estas se conviertan en un cuerpo cerrado a modo de ideologías. Ya sabes que siempre he huido de ideologías que eximan de razonar, por mucha seguridad que nos aporten.
También encontré aquí una forma de estudio más al modo del hombre del Renacimiento, más global, no tan especializada como la que nuestra sociedad actual ofrece. Partimos de la frase socrática “solo sé que no sé nada”. Creo que el filósofo quería decir algo así como “Tenéis que dejar de saber lo que creéis saber para comenzar a saber de verdad”. Con ello nos apercibimos de nuestra ignorancia y nos ponemos a trabajar, pero no al modo de la maldición bíblica, sino al modo del trabajo por amor al arte, ese que despierta todo tipo de curiosidades ysuponeestímulo y motivación al conocimiento de muchos otros saberes, ese que provoca la capacidad crítica, eso sí, sin ostentación de la mejora. La humildad tiene que abarcarlo todo.
Otra práctica que me ha sido muy útil es la del silencio, salir del ruido, reflexionar antes de emitir juicios, sujetar la pasión, escuchar con los cinco sentidos lo que mis hermanas exponen, sin pisar la palabra, dejando a un lado el ego, replicando o añadiendo ideas con absoluto respeto…Te aseguro que esta es de las que practicada con asiduidad cambia y mejora la vida.
Voy a darte otro motivo: la edad. Convertirse en una mujer madura es convertirse en invisible. Sin embargo, lejos de esta sentencia horrorosa, he empezado a sentirme más visible que nunca, me veo definida y sólida, me siento mucho más libre, ya mis deberes van siendo para conmigo misma. Pienso acerca de las expectativas que no se han cumplido, las acepto y trabajo en lo que necesita cambio.
Ahora que me voy acercando a esa edad donde puede aparecer la pérdida, la enfermedad y la soledad, me agrada pensar que la curiosidad intelectual y cultural, el optimismo, la gratitud y el sentido del humor que me aporta estar aquí me harán una vieja feliz.
A través de uno de mis trabajos, conocí los descubrimientos de la arqueóloga Marija Gimbutas. Se ha interpretado y fabulado mucho con sus descubrimientos, pero te cuento que hablan de una civilización culturalmente avanzada en arte, tecnología, progreso e igualdad, participativa y pacifista, una civilización no jerarquizada, precisamente porque todavía no existía el autoritarismo patriarcal. Una sociedad con un gran sentido de pertenencia a la naturaleza. Me produjo mucha alegría pensar que un mundo mejor fue posible, que es posible. Entonces recordé la frase de otra mujer, la antropóloga Margaret Meade: “Nunca dudéis del poder para cambiar el mundo de un grupo reducido de personas comprometidas. En realidad, es lo único que funciona” y me pregunté, ¿por qué no?
(Del libro “Mujeres masonas”, Editorial Masónica)
Una forma maravillosa y sencilla de explicarle a un profano lo que es y lo que significa la Masonería.