
Se educó en un colegio francés, lo que le permitió aprender el segundo de los cinco idiomas que dominaría. Cuando acabó el Bachillerato tenía muy claro que quería dedicarse a la ciencia. Será la primera universitaria de su familia y su padre le aconsejó estudiar la carrera de Farmacia, por ser apropiada y práctica para una mujer, según la mentalidad de la época. Pero a María Teresa esto le sabía a poco porque quería ser investigadora, así que al mismo tiempo que Farmacia, cursó Ciencias Químicas, licenciándose en 1933 con sobresaliente y Premio Extraordinario.
Gracias a su capacidad y brillantez, ingresó en el Instituto Nacional de Física y Química, convirtiéndose en una de las discípulas favoritas de Enrique Moles, cuyo equipo científico era reconocido a nivel mundial por su precisión en la determinación fisicoquímica de pesos moleculares y atómicos.
Cuando María Teresa iba a marcharse a Londres para ampliar sus estudios gracias a una beca, se produce en España la sublevación militar de 1936, lo que no solo pone fin al progreso de su trayectoria científica sino que además le supone la cárcel. Fue acusada, junto a un grupo de compañeros, de haber utilizado la sede del Instituto Nacional de Física y Química para la producción de armas de guerra para la República, por lo que fue detenida, torturada durante ocho días en la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol (actual sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid) y condenada a doce años de prisión.
Ingresa en la cárcel de Ventas en 1939, donde sufrirá con las demás prisioneras el hambre, el hacinamiento y las torturas y será testigo de múltiples fusilamientos. Allí coincidió con las trece chicas de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) que se convertirían en las “trece rosas”, siendo fusiladas un mes después del ingreso de María Teresa en esa prisión.
Su formación científica y farmacéutica le permitió dedicarse al cuidado de las presas y sus hijos, de quienes falsificaba la edad para que pudieran pasar más tiempo con sus madres, eludiendo la orden que disponía que las reclusas tenían derecho a estar con sus hijos hasta que estos cumplieran los tres años.
En 1940 es trasladada al Penal de Ávila hasta que sale de la cárcel en libertad condicional gracias a un indulto general que buscaba paliar la sobrepoblación de las cárceles. Pero se le impidió ejercer su profesión teniendo que presentarse regularmente en la comisaría, lo que le convertía en una marginada social.
En 1942 su madre le hizo el traspaso de una farmacia en Madrid para que pudiera trabajar, lugar que se convirtió en un centro de disidencia y apoyo a los guerrilleros antifranquistas de la capital. Traicionada por su amante guerrillero, vuelve a la cárcel de Ventas en 1945, enfrentándose en 1946, tras brutales torturas, a un Consejo de Guerra en el que se pedía para ella la pena de muerte.
Entonces se produce una movilización internacional reclamando la libertad de María Teresa: miles de cartas y telegramas, visitas a la cárcel de figuras del laborismo inglés, publicaciones en la prensa mundial hablando de su situación, la presencia en su juicio de Irene Joliot-Curie, hija de Marie Curie y Premio Nobel de Química, como observadora extranjera. Todo ello hizo que fuera condenada solamente a dos años de cárcel, que pasó en la Prisión Central de Mujeres de Segovia.
En 1956 se exilió a Méjico, donde trabajó en la Universidad Nacional Autónoma de Méjico, en el Instituto Politécnico Nacional y en otras instituciones públicas y privadas. También prosiguió con sus investigaciones, realizando publicaciones científicas en inglés, italiano, francés y alemán.
En Méjico desarrolló su faceta artística basada en la técnica del grabado, alcanzando un importante reconocimiento internacional y participando en varias exposiciones individuales y colectivas en Méjico, Chile y Estados Unidos, entre otros países, a lo largo de los años 60 y 70 del siglo XX.
A España llegaron sus grabados por primera vez en 1975, pero María Teresa no regresó a nuestro país hasta 1978 para asistir a la inauguración de una segunda exposición de su obra, volviendo de nuevo a Méjico.
En 2013 se expusieron grabados suyos en la cárcel de Segovia donde pasó sus últimos años como reclusa, transformada en Centro de Creación. Pero ella ya había fallecido en 1994 a los 83 años de edad. Hacía pocos meses que había vuelto definitivamente a España de su exilio.
