LA ESPERANZA

septiembre 11, 2025

Parte II: la esperanza frente al miedo

Byung-Chul Han también diferencia la esperanza del pensamiento positivo o psicología positiva. La psicología positiva al apartarse de la psicología del sufrimiento sólo se interesa por el bienestar, la felicidad y el optimismo de las personas. Según el pensamiento positivo, basta con apartar el pensamiento negativo por otros positivos para vivir más felices. Entonces podríamos concluir que ¿cada cual sería el único responsable de su propia felicidad? Parece un mensaje bastante peligroso, ¿no lo pensáis así?

La esperanza es lo opuesto al miedo. Escenarios apocalípticos hacen que miremos al futuro con temor por falta de esperanza y sin ella, la vida se reduce a una continua resolución de problemas y gestión de crisis. La combinación de miedo y resentimiento contribuye a que la sociedad se embrutezca y los discursos del odio, consecuencia del miedo, son prueba de ello. Por eso, azuzando el miedo se destruye la democracia ya que ésta solo puede prosperar en un ambiente de diálogo y conciliación.

El miedo es un popular instrumento de dominación, convierte a las personas en sujetos obedientes. Tenemos miedo de pensar y poseer una opinión propia, miedo de ser libres… Se expande el conformismo también producto del miedo. El miedo nos necesita aislados y fragmentados, no genera comunidad, no genera un nosotros, sólo la esperanza entraña una dimensión del nosotros. La esperanza guía nuestras acciones y nos da sentido.

¿La esperanza es una idea o concepto abstracto, una especie de estado meditativo? No, porque la esperanza no es más que la certeza de que esta vida tiene sentido, pero no por sí mismo, porque la esperanza necesita ser invocada y muy a menudo ser recordada.

El método masónico, basado en la razón puede conllevar una buena dosis de desánimo que hiere la esperanza. Invocar a la esperanza significa ponernos a pensar, porque el pensamiento ya es acción y quien comprende algo ya ha empezado a cambiarlo y los cambios suceden con trabajo, con capacidad de obrar, de observar, de estudiar, con la práctica de la fraternidad y, sobre todo, con la de la bondad, que es la última fuente de sentido y de esperanza que hay en este mundo.

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