LA ESPERANZA

septiembre 4, 2025

Parte I: el concepto

La esperanza tiene que ver con lo que todavía no es, se abre a lo venidero, a lo posible, es una especie de fuerza invisible… ¿Tiene que ver la esperanza con lanzarnos con los ojos cerrados y de forma ilusoria al abismo de lo desconocido? ¿Qué buscamos más allá de lo ya conocido? Y, sobre todo, ¿para qué buscamos?

Compartimos una concepción dudosa de la esperanza con el filósofo Albert Camus, a la que llamaba trampa de quienes no viven la vida para la vida en sí, sino para alguna gran idea que lo supera y le da sentido.

El filósofo Byung-Chul Han objeta esta mirada de Camus preguntándose a qué se refiere Camus con “la vida en sí”: ¿se trata simplemente de la vida nutritiva? ¿Es deseable una vida que prescinda de sentido? Para él, sin ideas, sin sentido, la vida se reduce a mera supervivencia, al puro consumo, a una vida sin más con tan solo deseos que satisfacer, sin futuro, sólo dedicada a vivir del presente, del consumo.

Gabriel Marcel, el llamado filósofo de la esperanza, sostenía que la esperanza se orienta en el tejido de una experiencia en curso. Esperar significa dar crédito a la realidad, es decir, creer en la realidad a modo de portadora de futuro.

El escritor y político checo Václav Havel define la esperanza como un estado del espíritu que no depende de la previa observación del mundo, no se trata de un pronóstico, es una orientación del corazón que trasciende al mundo inmediato de la experiencia y ancla en algún lugar más allá del horizonte. La esperanza, dice el escritor, hunde sus raíces en algún lugar de lo trascendente, por eso no es lo mismo estar esperanzado que estar satisfecho porque vayan bien las cosas. En esta idea se introduce otro factor, el de la no necesidad de experiencia previa para que se dé la esperanza.

Sostiene el psicólogo y psicoanalista Erich Fromm, al contrario que Albert Camus, que la esperanza no es una espera pasiva ni un accionar continuo. Tener esperanza es estar alerta en todo momento para lo que todavía no nace. La esperanza es visionaria y profética, agudiza nuestra atención a lo que todavía no es, es la partera de lo nuevo. Sin esperanza no hay revolución ni futuro, sólo hay presente optimizado.

La novedad que introduce Fromm al considerar que la atención es una herramienta fundamental para la esperanza, nos parece interesante. El capitalismo en el que vivimos tiende a satisfacer deseos y generar necesidades efímeras del momento, del ahora. Sólo hay que dar una vuelta por Tik-Tok u otras redes sociales que se enfocan en anular nuestra verdadera atención. Imágenes que tienen más que ver con un optimismo que no cuestiona, con la ausencia de crítica, con gente ocupada sólo de sí misma que no se interesa por el sufrimiento del otro.

Quien no quiere o no puede prestar atención, tampoco puede tomar nada en serio. Y aún más preocupante: quien no se adueña de su atención tampoco puede considerar nada como realmente valioso. Dice el divulgador Johann Hari en su libro ‘El valor de la atención’ que la democracia es una forma de atención colectiva sostenida. Y no es coincidencia que estemos teniendo la mayor crisis de la democracia al mismo tiempo que tenemos esta crisis de atención individual. Una población que no puede prestar atención y pensar profundamente no puede ser, a largo plazo, una democracia.

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