PARTE II: MÚSICA Y MASONERÍA
En masonería podemos destacar dos importantes puntos: que siempre ha existido Columna de la Armonía y que la música ha sido mencionada siempre en nuestros rituales.
Juan Carlos Daza, en su diccionario masónico, además de definir qué es música, entra en la consideración de precisar para qué sirve: ”Los cánticos son una forma de expresar el gozo, la adoración o la imploración de los ideales de la Orden”.
Lo que sí es cierto es que nuestros hermanos francmasones, allá por 1717 se dieron cuenta al diseñar la masonería, de la gran importancia que tiene la música. Ellos percibieron el poder que tiene este arte para unir, confraternizar, igualar y hacernos libres.
Eran tiempos difíciles, de luchas religiosas, de esclavismo, de grandes diferencias sociales y la música estaba ahí para ayudarles a mejorar a ellos mismos y a sus hermanos, acompañándolos y dándoles solemnidad a sus rituales.
Se creó la Columna de Armonía y a la cabeza, el Maestro de Armonía, que además de dirigir a los hermanos cantores, enseñaba música y, entre otras cosas, controlaba la puntualidad de los asistentes a las tenidas.
En un principio, y por respeto a las diversas religiones, en la Columna de Armonía solo se cantaba, pero las divisas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, y más adelante Laicidad, dependiendo de la tradición en la que cada orden se inscribía, propiciaron agregar instrumentos musicales en directo.
Muchos mecenas de grandes músicos como Mozart, Haydn o Liszt, eran masones y posteriormente esos mismos músicos entraron en masonería, componiendo música específica para tenidas completas destinadas a logias y obediencias.
A Mozart, por ejemplo, se le invitó a unirse a la logia Concordia en 1784. Desde el comienzo tuvo un papel muy activo: fue Aprendiz, Compañero y llegó a Maestro de la orden. En este espacio encontró un sitio de paz y libertad donde poder expresar libremente sus opiniones sin que mediara la censura imperial. Allí compuso marchas fúnebres, cantatas, canciones y demás obras musicales para acompañar las ceremonias.
La obra más conocida, en la que se encuentran referencias a la masonería, es su ópera “La Flauta Mágica”. Al final del segundo acto, por ejemplo, encontramos al protagonista, Tamino, en una especie de rito de iniciación donde dos guardias le preguntan el propósito que tiene para entrar al palacio que están custodiando. Y Tamino responde: “Ninguna muerte me quitará de obrar como un hombre, de continuar recorriendo el camino de la virtud. Abridme las puertas del espanto, osaré alegremente la audaz carrera.”
Mozart llevó a Haydn en 1784 a una de estas logias llamada La Verdadera Concordia. Algunos de los postulados de la masonería se pueden apreciar indirectamente en su oratorio “La Creación”.
Cantar o tocar un instrumento juntos, realmente unía. La lista de músicos, cantantes y grandes intérpretes en las logias ha sido impresionante. Incluso han existido y existen logias donde prácticamente todos los hermanos son músicos.
Aún hoy en día puede verse en la Columna de la Armonía de algunos talleres a algún músico interpretando distintos himnos de acuerdo con el momento musical del ritual.
El trabajo de la Columna de la Armonía tiene un componente emocional pero además supone un análisis y un estudio que sirve de apoyo al ritual, en un proceso de construcción que elabora esta plancha de armonía en cada tenida.
No cabe duda de que la música debe tener mucha importancia en cualquier sociedad que aspire a vivir de la mejor manera posible.
Queremos terminar con una reflexión destinada a que todas y todos pongamos nuestro pequeño granito de arena con el objetivo de ayudar a colocar a la música en el lugar que, por mérito, le corresponde, dado que cada vez se le da menos importancia en las escuelas, en las universidades y en la sociedad en general. Seamos capaces de aprovechar la oportunidad que la música nos brinda para disfrutar con su arte y, de esta forma, lograr no solo vivir mejor, sino también ser mejores personas.