David Bowie: el hombre que vino de las estrellas

marzo 17, 2022

No hace muchas semanas que Bowie volvió a nuestra memoria, aunque nunca ha dejado de permanecer en ella. Habría cumplido 75 años y nos habría seguido emocionando con su especial sentido y visión.

David Jones nació un 8 de enero de 1947 en el número 40 de Stansfield Road, en Londres. Siempre cambiante y extravagante, le dio al mundo de la música un trabajo creativo de inmensa riqueza. Para sus seguidores, siempre será aquel magnífico hombre de ojos transparentes y tez blanca que parecía más un extraterrestre que un ser humano. Y es que siempre lo fue en realidad. Su capacidad para la transformación a través de la ropa y de la música le convirtieron en lo que hoy sigue siendo: un mito que se bebió la vida como un ‘absoluto principiante’ y que siempre tuvo claro que lo mejor estaba por llegar.

Cambió su nombre de Jones a ‘Bowie’ por su significado: “cuchillo muy afilado”, porque pensó que era mucho más adecuado. Bowie sonaba bien y fue tan suyo que nadie le llamó Jones.

David se crio en una familia más bien fría y formal a las afueras de Londres. Muy unido a su medio hermano Terry, que le introdujo en el mundo de la música, haciéndole partícipe de ella desde edad temprana, se verá muy influido por la esquizofrenia que comenzó a padecer este en 1963 y que empeoraría con los años. “Creo, dijo Bowie, que los temas que siempre he tratado han sido los conceptos de aislamiento y alienación”.

Su infancia y adolescencia siempre quedarán también marcadas por aquellas noches en las que los Jones pasaban el rato escuchando música en el tocadiscos, momentos que adoraba y que le dieron mucho más de lo que pensaba en aquellos años tempranos: una vocación que nunca le abandonó y una visión preclara sobre lo que quería ser o adónde quería llegar.

El niño David, obnubilado por la serie de Ciencia Ficción ‘The Quatermass Experiment’, creó a un amigo imaginario que “vivía en la calle de al lado. Era un secreto entre él y yo”. Y así nació el personaje ‘Ziggy Stardust’, que le acompañó tiempo después y con el que Bowie el alienígena jugaba a menudo.

Toda la obra musical de Bowie es clave para entender la música de los 70, 80 y 90. Aportó un sello diferenciador en todas las épocas y se convirtió también en alguien que jugaba con el atuendo y el disfraz. Pocos saben de la preparación teatral de Bowie con Lindsay Kemp, que le llevó también a representar a diario durante un tiempo una obra de teatro en Londres. Todos quedaban asombrados al ver que era aquel músico rebelde, alienígena, el que actuaba en el Teatro.

También tuvo alguna incursión como actor en el cine con unas 20 películas: representó a Pilatos en “La Última Tentación De Cristo”, Tesla en “El Truco Final” o Andy Warhol en “Basquiat”. Otras películas fueron: “Feliz Navidad, Mr. Lawrence”, “Dentro Del Laberinto”, “El Hombre Que Cayó A La Tierra” o “Principiantes”.

De su vida personal y sentimental también se ha hablado mucho. Fue rica en todos los sentidos. Amó a mujeres y hombres, aunque terminó sus días con la enigmática y bella Zara Mohamed Abdulmajid, conocida como Imán, una modelo somalí. A día de hoy ella siempre ha dicho que nunca se volvería a casar y que su marido sigue siendo David Bowie. Tuvo dos hijos, uno de su primera mujer y una hija con Imán.

Le costó algo empezar su carrera, pero siempre se mantuvo fiel a sí mismo. Fue un corredor de fondo constante, trabajador y disciplinado, en el sentido de que cada día se levantaba con el objetivo de crear algo bueno y nuevo.

Cambios de discográfica y problemas legales le condujeron, en cuanto pudo, a crear su propia empresa para poder ser más libre en las decisiones sobre lo que quería o pretendía hacer.

Sus idas y venidas entre EEUU y Gran Bretaña, le llevaron también durante años a mantener relaciones de todo tipo hasta que decidió romper en un momento determinado con las drogas y el alcohol, para irse a vivir a Berlín con Iggy Pop. De su época berlinesa, tal vez las canciones más conocidas sean ‘Let`s Dance’ o ‘Héroes’, sobre todo esta última, de la que él decía que no podía entenderse sin Berlín, porque era ese su trasfondo.

El suicidio de su hermano Terry, agotado por la esquizofrenia, le causó algo de desequilibrio hasta el punto de pensar que él también tenía esa enfermedad. Dejó las giras por un infarto y murió de cáncer en Londres en 2016.

Como apunte curioso podemos contar que su cambio de color de ojo se debió al puñetazo propinado por uno de sus mejores amigos de adolescencia al enterarse de que le había robado una novia. El efecto quedó, pero no pasó nada más. Ellos siguieron siendo amigos. No obstante, el ojo de Bowie es el que le ha dado, desde siempre, esa belleza enigmática. Su extrema delgadez y su piel blanquecina le acompañaron siempre, aunque ya no fuera Ziggy Stardust.

Tal vez a Bowie le hubiera gustado que la historia del color de su ojo fuera otra: una noche, mientras miraba las estrellas sentado en el tejado de su casa, un meteorito le alcanzó de lleno. Despertó horas después con una pátina dorada en su piel y un ojo de otro color: la marca inequívoca de que era un extraterrestre entre nosotros. Siempre fue Ziggy.

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