Esta novela nos cuenta la historia de una proeza humanitaria, la conocida como “La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna” o “Expedición Balmis”, cuyo objetivo fue la erradicación de una terrible enfermedad: la viruela.
En dicha expedición, sufragada por el rey Carlos IV, Francisco Xavier Balmis junto con su ayudante Salvany e Isabel Zendal, hija de una familia humilde de campesinos gallegos, zarpan desde el puerto de La Coruña en la corbeta María Pita el 30 de noviembre de 1803 con la intención de llevar la vacuna de la viruela, recientemente descubierta por Edward Jenner, a la posesiones que España tenía en Ultramar, es decir, los territorios americanos y Filipinas.
Por desgracia, últimamente tenemos muy presente el nombre de Isabel Zendal, ya que sirvió para llamar a un hospital en Madrid, creado como resultado directo de la pandemia por COVID que todavía estamos padeciendo. Aunque controvertido en su funcionamiento y gestión, ha sido utilizado como centro asistencial para la campaña actualmente abierta de vacunación contra este virus moderno.
¿Pero quién era Isabel Zendal?
Remontémonos a los tiempos de Carlos IV, la revolución francesa, las colonias españolas pidiendo independencia, la inestabilidad de la monarquía y Napoleón avanzando por Europa.
En ese caos se encontraba España cuando el comité de científicos de la época descubre un modo de mantener y anular mediante una vacuna el virus de la viruela, enfermedad que causaba una gran mortandad y graves secuelas a quienes la sobrevivían.
Teniendo en cuenta la situación tecnológica de esa época, llegan a la conclusión de que el único modo de transportarla alrededor del mundo y distribuirla, era mediante humanos vivos, que en este caso serán niños, que debían mantener el virus en su brazo mediante una incisión durante una semana, hasta poder trasladarlo a otro niño y así sucesivamente hasta conseguir inmunizar a toda la población.
La idea era genial, pero ¿cómo llevar a cabo esta acción?
La solución era fácil en aquellos tiempos: utilizaron niños de un hospicio, sin familia, para mantener vivo el virus durante el viaje de España a América. Los doctores Balmis y Salvani calcularon que se necesitaban 26 niños en edades de 3 a 10 años, y así lo hicieron.
Con este cargamento de pequeños héroes tuvieron que hacer frente a diversas dificultades que se añadían a los inconvenientes de un viaje en barco propios de la época: los niños tenían edades difíciles para viajar en malas condiciones, debían conseguir que no se mezclasen para controlar el desarrollo de la vacuna, debían vigilar si los niños enfermaban o se encontraban inquietos o nerviosos muchas veces en circunstancias límite.
Si bien la historia sobre Isabel Zendal que cuenta Javier Moro en su novela, cuya lectura recomendamos, está un tanto novelada, sin embargo no podemos decir que los datos que él aporta y el protagonismo que le da a la enfermera Isabel Zendal sean todo lo verídicos que quisiéramos.
Ni siquiera el apellido de Isabel está bien escrito en varios de los legajos del archivo de Indias y de los documentos de la Armada. Unas veces aparece como Sendales, otras como Xendal...
Pero lo que sí sabemos es que Isabel, como regidora del hospicio de La Coruña, viajó con los niños seleccionados, única pasajera femenina de la Corbeta María Pita, que les trasladó desde Galicia, parando en Canarias, Puerto rico, Cuba, Venezuela, y de ahí se fue distribuyendo la vacuna en cada ciudad, en cada pueblo, aplicando el método en más niños que se hacían depositarios del virus en sus bracitos para evitar que otros niños murieran.
Históricamente Isabel Zendal apenas sí ha sido mencionada puntualmente, pero sin ella, esta epopeya no hubiera podido llegar a su éxito total, pues fue la que se encargó de cuidar de los niños, manteniéndolos lo mejor que pudo. Además buscó familias para esos chicos, llegando hasta Filipinas con la vacuna, a riesgo de contraer ella misma todo tipo de enfermedades.
Así pues, apenas se habló hasta hace poco de su trabajo y su esfuerzo. Se sabía más de los doctores, del capitán del María Pita y de los diferentes gobernadores que les recibieron durante su viaje. Sin embargo, hoy en día es considerada por la Organización Mundial de la Salud como la primera enfermera en misión internacional.
Sin duda la corona y el gobierno de entonces estaban muy interesados en el éxito de la campaña, no escatimando en gastos. De hecho, fue un ejemplo, y en palabras de Javier Moro, representó “la primera gran operación de salud pública como ningún otro país lo había hecho hasta la época. No sólo consiguió transportar el suero vacunífero, además enseñó a inocular y declaró la guerra a la enfermedad. Logró que en todas las iglesias del Nuevo Mundo y de Filipinas los sacerdotes vacunaran y llevaran ese registro en paralelo al del bautismo”. Esta expedición debe ser recordada no solo por la aventura, “que fue tremenda, sino porque consiguió llevar el tratamiento de la vacuna de brazo a brazo, es decir, la vacunación”. Gracias a esta proeza "la viruela es la primera y única enfermedad humana erradicada. El último caso se dio en 1978".
Actualmente, con motivo de la pandemia por el virus COVID-19, España puso en marcha la “Operación Balmis” por las Fuerzas Armadas, que recibe este nombre en homenaje a al médico militar español, Francisco Xavier Balmis. Esta operación ha desplegado por todo el territorio nacional efectivos de los Ejércitos de Tierra, Aire y Armada, así como de la Unidad Militar de Emergencias y de la Guardia Real, siendo un gran apoyo en las etapas más duras de la pandemia para la desinfección de puertos, aeropuertos, estaciones, instalaciones sanitarias y de otros servicios públicos esenciales. Asimismo han dado apoyo al transporte de materiales precisos para la atención sanitaria, traslado de enfermos y personas mayores a hospitales.
Esperamos que la situación actual tenga tan buen final como el que se consiguió con la erradicación de la viruela.