16. CLARA CAMPOAMOR Y EL TRABAJO MÁSONICO

La primera vez que oí hablar de la masonería femenina fue en Suiza, allá por la primavera de 2008. Una compañera de universidad, encantadora mujer británica, jubilada y casada con un suizo, se ofreció a organizar un fin de semana de repaso en su casa para nuestro examen final de Historia del Romanticismo. Allí nos recibió, hospedando generosamente a la tutora y a varios alumnos de distintos países por unos días.
Una noche durante la cena nos contó que tanto ella como su marido - un hombre también mayor, cultísimo y gran conversador – eran masones. Yo sabía de la existencia de la masonería masculina, pero nunca había oído hablar de mujeres masonas. Me interesé mucho por el tema, impresionada por la cultura, curiosidad intelectual, amabilidad y generosidad que aquel matrimonio desplegaba. Conversamos sobre cuestiones filosóficas y sobre el significado de ser masón, y recuerdo haber pensado que me encantaría envejecer así, manteniendo ese deseo de crecimiento interior tanto en lo intelectual como en lo humano.
A petición mía, mi compañera suiza-británica me puso en contacto con una hermana de la GLFE. Pocos meses más tarde, en octubre de 2008, me inicié en la Logia Manantial de Madrid.
Recuerdo la emoción de mi iniciación, cuyo profundo simbolismo quedaría marcado en mí para siempre. Durante unos años trabajé con mucha ilusión en este taller, rodeada de queridas hermanas a las que recuerdo con gran cariño. Al cabo del tiempo, debido a circunstancias de la vida cotidiana, me retiré - como decimos en masonería, me puse “en sueños” - aunque siempre seguí íntimamente convencida de que volvería a la vida masónica algún día, cuando mis circunstancias personales me lo permitieran.
Avanzamos unos años y llegamos a 2021. Mis hijos ya son mayores, y acabamos de vivir una pandemia que sacude a mi familia, como a muchas otras, hasta quebrar los cimientos. Una noche tengo un sueño lleno de símbolos, que interpreto como un mensaje de mi mente de que es el momento de volver a la masonería. Esa misma mañana recibo la llamada de una antigua hermana de mi logia, ahora en Clara Campoamor, que me invita a asistir a los eventos conmemorativos del aniversario de la aprobación del voto femenino en España.
Asisto a los actos y expreso mi voluntad de regresar. Siento la necesidad de retomar el trabajo interior, pero hay algo además en esta parte activa de la Logia Clara Campoamor que me hace reflexionar: es el momento de volver, pero no solo para trabajar para mí misma; también es el momento de pensar en los demás, de trabajar para mejorar la sociedad, de trabajar por un mundo más justo, de luchar por los más débiles: como hizo la valiente mujer que da nombre a nuestra logia.
(Del libro “Mujeres masonas”, Editorial Masónica)
