NUESTRA EXPERIENCIA MASÓNICA

abril 24, 2025

15. LOS VIAJES DE ALICIA

Alicia coge el libro que reposa en la mesa en donde los platos, perfectamente colocados, esperan a los comensales a las 14:30 en punto, como todos los días. Un cigarrillo a escondidas tumbada en la hamaca del jardín, aún es pronto. Salem también se acomoda, se estira, muestra sus uñas, las esconde y empieza a ronronear.

  • Gato perezoso… anda, ven aquí, vamos a leer un rato-.
  • “Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas... Y si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido” le dijo la Reina Roja a Alicia.
  • ¿Qué estupidez es esta? - La mujer se quedó pensando en el significado aparentemente absurdo del diálogo.

De repente, Alicia se sintió caer al vacío. Abrió los ojos asustada acomodando la visión a la oscuridad que la invadía, tan solo una pequeña luz titilante alumbra la pequeña estancia de muros negros en la que había caído. El pabilo, sobre una mesa llena de objetos irreconocibles, acentuaba las sombras. Al fondo, una silla esperaba a su invitada.

Encima de la tabla había frasquitos de cristal con distintas sustancias, otros elementos extraños, carteles de advertencias en los muros, una calavera humana y un folio en blanco. Alicia, no se atrevía a tocar nada, pero empezó a reflexionar sobre todas las cosas que allí se encontraban. Habló con la calavera que dispuesta a un lado del papel parecía observar atentamente el manuscrito de la mujer desde la oscuridad de sus cuencas vacías. Todo lo que allí había se escapaba de la aparente lógica, no obstante, creyó estar en un sueño lúcido así que, se decidió a vivirlo.

Pero de repente, el espacio y el tiempo se desvanecieron, el sueño y la realidad se confundieron y ella se sintió una con la estancia, un remanso de paz entre tanto ruido, como dentro del útero materno o quizá había muerto y no lo sabía… La sensación de estar soñando empezó a diluirse. Unos golpes en la puerta de aquel camarín oscuro la sacaron del sopor que empezaba a sentir. Unos brazos cálidos pero firmes la alzaron y la sacaron del sitio, se dio cuenta de que había perdido la visión y eso la aterrorizó por un momento, dado que, aunque no sabía dónde estaba, tenía la suficiente confianza y el coraje para afrontar lo que viniese.

Con los brazos extendidos y caminar torpe, sus manos acertaron a tocar lo que parecía una aldaba en lo alto de una puerta – No sé si voy a entrar o voy a salir- pensó, aun así la golpeó con fuerza, un chirrido de puerta anunciaba otra estancia diferente, pudo percibir que no estaba sola a pesar de que no veía, ligeros murmullos desde el interior comenzaron a llenarla de una extraña inquietud y fue entonces cuando recordó las palabras de la Reina Roja… “si quieres ir a otro sitio deberás correr al menos el doble de rápido”. Pero si el llamador estaba alto, la entrada a la nueva habitación era muy pequeña, tanto que para atravesarla tuvo casi que reptar y Alicia se acordó de la otra Alicia y de los botecitos de cristal de la cámara oscura – ¡Caray, igual me he confundido y debería haber bebido de alguno de esos frascos para hacerme pequeña, pero ya no puedo volver, no sé dónde estoy… no puedo ver nada! -.

Atravesar la puerta le costó más de lo que había imaginado, incluso se hizo daño en uno de los pies. En el fondo le parecía que estaba atravesando un canal de parto, quizás había muerto y estaba renaciendo, todo era muy confuso, el dolor del pie le recordaba que estaba consciente.

De repente alguien comenzó a hablar con solemnidad y Alicia se sintió agitada y mareada. Se transportó a un lugar en donde el ruido era ensordecedor, metálico y amenazante. Una gran tormenta se cernía en aquel paisaje, no sabía en dónde había entrado, qué mundo había tras esa puerta diminuta que acababa de traspasar, pero el lugar se adivinaba inhóspito. Atravesó un tortuoso camino de piedras, lleno de cuestas y obstáculos. Era un auténtico laberinto. El pie le dolía. Descalza como iba, sintió cada piedra de aquel lugar, pero al menos alguien la acompañaba y la sujetaba con fuerza ante los peores obstáculos impidiendo que cayera al suelo. ¿Quién sería? ¿Cómo sería? Poco importaba en ese momento, Alicia no tenía muchas opciones, tenía que confiar en esos brazos, en esa mano que le servía como báculo para cruzar ese paisaje laberíntico.

La misma voz de antes resonó en la lejanía y el ruido paró. Otra vez sintió como unas fuerzas poderosas la transportaban a otro paraje, más lejos que el anterior ya que lograba escuchar cómo la tormenta se alejaba y aquel ruido metálico se mitigaba, ya no se escuchaba tan fuerte como antes, lo había dejado atrás. Se sentía pequeña, quizá, aunque no bebió de los frasquitos al atravesar la madriguera, se volvió diminuta como la Alicia del cuento. En cualquier caso… pequeña, gigante o normal seguía siendo ella.

  • Bueno, cómo voy a ser una falsa Alicia si este es mi sueño- pensó parafraseando a la niña, mientras una sonrisa se dibujaba en su cara.

Gracias a su misteriosa acompañante se sintió más segura en este nuevo lugar, ya no había tantas turbulencias como en el anterior, aunque, a decir verdad, tampoco es que fuera un camino fácil. La persona que la acompañaba la dirigió hasta una cascada de agua o algo similar, ella seguía sin ver nada, pero imaginó que era una fuente majestuosa, sumergió las manos dentro del agua y se sintió aliviada. En algún momento alguien le ofreció una bebida para que se refrescara, un sinsabor del todo amargo como la vida misma.

No le dio tiempo de pensarlo mucho cuando Alicia volvió a escuchar otra vez aquella voz majestuosa, intuía que era el anuncio de otro viaje y así fue. La mujer atravesó una llanura en calma, un paseo acompañada por la figura que hacía un tiempo la había sacado de su ensimismamiento en el cuarto oscuro en donde todo empezó. Sintió que se acercaba en dirección a una hoguera, el fuego tocó sus manos, no se quemó, muy al contrario, sintió que una brisa le envolvía todo el cuerpo. Fue una experiencia contradictoria pero placentera, sobre todo, llena de quietud y paz. Aunque seguía ciega ya no le importaba mucho, pues sabía que tenía un fuerte báculo al lado que la protegía y la guiaba. En su vida anterior nunca había sentido esa confianza, nunca había confiado ciegamente en alguien, ahora entendía la expresión.

De repente, Alicia se sintió sola de pie en algún lugar. ¿Dónde estaba? ¿A dónde habían ido esos brazos compañeros? Quizá debería ir andando a tientas y buscar otra puerta…mmm… A lo mejor debo esperar a que la voz me diga qué tengo que hacer, o quizás venga alguien, ¿qué hago? Siempre me han acusado de ser Alicia y de no ser Alicia, pero este es mi sueño y yo decidiré como continuar. ¡Yo hago el camino!

Justo cuando se disponía a dar el primer paso escuchó a alguien acercarse a ella. De repente, Alicia recuperó la vista y se encontró frente a un espejo. Soy yo, Alicia, mucho más Alicia que antes, de hecho, soy casi Alicia. Quiso girarse para saber dónde estaba cuando empezó a notar un suave ronroneo, unas patitas de terciopelo que acariciaban su cara.

  • Salem, aparta, no me hagas cosquillas- El inconfundible sonido de la alarma de su móvil comenzó a hacer un ruido ensordecedor, las 14:20. Desconcertada se levantó de un salto de la hamaca y se dirigió a la cocina. Finalizaba una tertulia radiofónica, como todos los días los contertulios enfadados levantaban la voz unos contra otros. - ¿Qué raro? - pensó -Juraría que había desenchufado esto-.  Mientras recordaba insistentemente su imagen en aquel espejo, apagó la radio, encendió el fuego para calentar la comida, enchufó el ventilador y se lavó las manos. Las niñas estaban a punto de llegar, como todos los días, pero algo había cambiado, Alicia ya no se sentía la misma.

¡Qué extraño es todo ahora! Y antes sucedía todo como siempre. ¿Habré cambiado durante mi sueño? Pero, si no soy la misma, el asunto siguiente es, ¿quién soy? ¡Ay, ese es el gran misterio!

(Del libro “Mujeres masonas”, Editorial Masónica)

https://www.masonica.es/libro/mujeres-masonas_143577

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