PARTE I: LOS SÍMBOLOS NOS HACEN PENSAR
El lenguaje que utiliza la masonería es simbólico. Nuestra tarea es desentrañar el significado de los símbolos y su interpretación nos hará descubrir el sentido profundo de la vida y de los valores masónicos. De ahí la expresión que hemos utilizado para titular nuestro trabajo: “Las masonas nos nutrimos de símbolos”. Es a la vez un trabajo colectivo e individual, intelectual, sí, pero también se experimenta como una vivencia que produce resonancias profundas, dando inicio a una transformación.
Ese nutrir espiritual y moral va colmando nuestra voluntad y deseo de progreso como personas y como ciudadanas. Pensamos que merece la pena reflexionar sobre el sentido y la función de los símbolos, es decir, eso que hemos expresado como “nutrir”.
La capacidad simbólica de las personas constituye, según Cassirer, el principal rasgo que diferencia a los seres humanos de los demás seres vivos. A través del análisis y estudio de los símbolos desarrollamos nuestra capacidad de conceptualización, de elaborar razonamientos analógicos, de integrar lo objetivo y lo subjetivo, de incorporar nuestras emociones y nuestra razón y de ampliar, en fin, nuestra conciencia.
El símbolo es una representación concreta de una idea abstracta, es la imagen, figura o divisa con la que material o verbalmente representamos una idea o un valor moral y sus interpretaciones van configurando los universales y arquetipos que la historia y sus diversas culturas nos han ido transmitiendo, pues alrededor del símbolo existen convenciones sociales que le dotan de un significado concreto para una colectividad. De esta forma, la comprensión del símbolo logra que el individuo se reconozca perteneciente a un grupo sociocultural determinado.
Por ejemplo: Barthes viaja a Japón y nos muestra óomo su gastronomía refleja la sobriedad, moderación, incluso contención de la cultura japonesa y así lo expone en “El Imperio de los signos” Este concepto de moderación se ha exportado a través de la gastronomía, así como el diseño interior sueco se ha vuelto símbolo de su cultura, ese minimalismo en donde menos, es más; lo aceptamos, habrá quien llegue a admirarlo. Las personas vivimos rodeadas de signos y símbolos, pensemos en los semáforos, por ejemplo, en cómo hemos acordado asignarle una carga de contenido a cada color y este acuerdo nos permite movernos con orden y seguridad desde oriente a occidente.
Creemos con Ricoeur que el símbolo es una alegoría que nos hace pensar o “da que pensar”, pues nos invita a descubrir más allá de las apariencias, nos habla a la vez que nos oculta…, es como una ventana abierta que sugiere interpretaciones, promueve la libertad de pensamiento y da lugar a una multiplicidad de significados. Nos vamos apropiando, así, de un método adogmático, opuesto al adoctrinamiento, basado en la introspección o reflexión personal y que consiste en ir avanzando en una transformación espiritual y no en alcanzar un conocimiento dado.