Derechos Humanos, origen y conceptos. Parte I
Distintas son las definiciones que se pueden encontrar referidas a los Derechos Humanos. Unos los consideran facultades inherentes a la persona, irrevocables, inalienables, intransmisibles e irrenunciables. Otros los enfocan desde la condición instrumental que permite a todas las personas garantizar una vida digna y poder ejercer sus libertades, facultades o reivindicaciones referidas a los bienes primarios o básicos por el simple hecho de su condición humana “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica o cualquier otra condición”. Otros los definen como las condiciones que permiten crear una relación integrada entre las personas y la sociedad y que facilitan a los individuos, susceptibles de derechos y obligaciones, a identificarse consigo mismo y con los demás.
La idea general es que los Derechos Humanos tienen su origen en la cultura occidental moderna y es entre finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando se acuña la palabra “derecho” en contraposición con la utilizada hasta entonces de “deberes”, aunque algunos historiadores consideran que la primera declaración de derechos humanos se encuentra en el Cilindro de Ciro (539 a.C.) y en el Código de Hammurabi (S.XVIII a.C.). Estas teorías se ven refutadas si se considera que por entonces se pensaba en el orden cósmico y no se concebía al ser humano como sujeto singular al igual que ocurría en la sociedad griega, centrada en la “polis”, en el bien común. Consideraban al individuo como un ser social que no se puede desarrollar de manera individual fuera de la familia y la sociedad. Hay que esperar al auge de Roma y a las corrientes epicúrea y estoica, para pensar en el ser humano como un ser individual.
Deberán pasar más de mil años para que el rey de Inglaterra, Juan Sin Tierra, otorgue la “Gran Carta de las Libertades” conocida como la Carta Magna firmada en 1215, a favor de los derechos de un grupo de barones, o la menos conocida Carta del Nuevo Mandén, datada en 1222, considerada como una de las constituciones más antiguas del mundo, que reconoce la paz social en la diversidad, la inviolabilidad del ser humano, la educación de las personas, la integridad de la patria, la seguridad alimentaria, la abolición de la esclavitud por raza y la libertad de expresión y comercio, erigiéndose como uno de los primeros exponentes de derechos y libertades reconocidos entre un monarca y los estamentos del reino, aunque ciertos estudiosos no la consideran como una declaración de derechos humanos, sino un reconocimiento de privilegios estamentales limitados.
La escolástica española insistió en la visión subjetiva del derecho, que se vio reflejado en la Controversia de Valladolid (1550-1551), como reconocimiento de los derechos de los indígenas. Por otro lado, en la Inglaterra de Guillermo III (1689), la Bill of Rights se considera una declaración de derechos, pero no adquiere la dimensión de “universal”.
Hay que esperar a los filósofos europeos del XVII y XVIII (Locke, Voltaire, Hobbes, Kant, Rousseau), importantes referentes para los primeros francmasones para que los derechos alcancen una dimensión moderna, es decir, sean concebidos como propios de todo hombre (universalidad. Esto culmina en la Declaración de Derechos de Virginia (12 junio de 1776), que influyó en la Declaración de Independencia de los EEUU (4 julio de 1776), y ambas contribuyeron a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 de la Francia revolucionaria. Estas Declaraciones se basan en la ideología burguesa del individualismo filosófico y del liberalismo económico y con ellas se considera que las bases de los Derechos Humanos están firmemente afianzadas.
Con los movimientos sindicales y la lucha obrera, así como con las Revoluciones mexicana (1910-1920) y rusa (1917) se garantizan ciertos derechos sociales y laborales y a mediados del S.XX se internacionalizan los derechos humanos cuando la Organización de Naciones Unidas, en 1948, presenta la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como respuesta a los horrores sufridos durante la II Guerra Mundial.