Y de pronto un virus. Un ser microscópico, no una invasión extraterrestre, ni un ataque terrorista a gran escala, ni siquiera la madre de todas las batallas. No. Un virus. Minúsculo. Mediocre, ridículo, pero, como si de un esperpento de Valle-Inclán se tratara, coronado, como esos “locos” medievales, reyes de un día y carnes de …
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